1. Creemos oportuno, en vísperas de la festividad del Corpus Christi -que celebra el amor de Cristo por nosotros- decir una palabra que ayude a llevar a buen término la situación creada en el “caso Letelier” y nos permita encarar los problemas de fondo que tenemos como sociedad.
2. No podemos para1izarnos, ni quedar para siempre vueltos al pasado. Tenemos que construir con decisión un camino que permita mirar nuestro futuro con fundada esperanza.
3. No se puede avanzar con paso firme cuando hay heridas mal cerradas; mucho menos imponiendo el olvido a quienes más han sufrido. Los problemas que se niegan u ocultan reaparecen sin cesar. Juan Pablo II nos ha dicho que los “pueblos sin memoria no tienen historia”; por eso, tenemos la obligación de asumir maduramente nuestro pasado, aprender de él para no volver a caer en los errores y profundizar lo bueno que hemos hecho.
Es necesario que cada uno acepte su propia cuota de responsabilidad. Ese es un camino más directo a la paz.
4. La verdadera reconciliación que todos anhelamos, supone un cambio profundo de corazón y de mentalidad. Ella no se impone por la fuerza ni puede lograrse sólo por decretos o leyes. Se ofrece aquí un campo a las personas de buena voluntad para que contribuyan a acercar a las partes en conflicto; a cambiar el lenguaje, a disminuir los temores; a reconocer con humildad los propios errores, y a perdonar.
5. Consideramos que la Justicia debe ser respetada y es necesario que se acate y se cumpla fielmente el fallo emitido por la Corte Suprema.
Por el bien del país, de las instituciones y de las personas involucradas es indispensable que el proceso sea, llevado en un ambiente de cordura y dignidad. Quienes tienen poder o responsabilidad no pueden prestarse a generar inquietudes y confusiones en la opinión pública.
6. Los Medios de Comunicación Social junto con dar la debida información, eviten el sensacionalismo y guarden la consideración debida a personas e instituciones.
7. Comprendemos la preocupación de las personas condenadas y los sentimientos de sus familiares. Siempre podrán encontrar en la Iglesia la acogida y el acompañamiento tan necesarios en su dolorosa situación.
8. Es necesario subir el nivel de los debates. Nuestro país no puede permanecer por semanas dando un espectáculo que es muy destructivo para la convivencia, para la institucionalidad vigente y para el buen nombre que necesitamos en nuestras relaciones con otros pueblos.
9. No podemos distraer nuestras fuerzas de la crisis de valores y de otros problemas urgentes de nuestra patria relacionados con: la pobreza, la salud, la educación, la agricultura. La amenaza de la droga y de la violencia nos obligan a aunar esfuerzos para buscar soluciones eficaces.
10. La enseñanza de Jesús que nos invita a la verdadera humildad, al amor hasta la muerte, a perdonar y pedir perdón, nos ofrece una luz en este momento de Chile. A Él le pedimos que envíe su Espíritu para que nos unifique en una gran familia.
Santiago, 14 de junio de 1995
Comité Permanente del Episcopado
† Fernando Ariztía Ruiz
Obispo de Copiapó
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† Carlos Cardenal Oviedo Cavada
Arzobispo de Santiago
Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† Cristián Caro Cordero
Obispo Auxiliar de Santiago
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile
† Carlos González
Obispo de Talca
† Javier Prado Aránguiz
Obispo de Rancagua
