1. La realidad del país nos preocupa y nos exige decir una palabra como Pastores sobre la reconciliación y la solidaridad, pilares fundamentales para construir una pacífica convivencia.
2. En relación a la SOLIDARIDAD queremos recordar lo que el Santo Padre nos dijo en la beatificación del P. Alberto Hurtado, cuyo día celebramos el próximo 18 de agosto:
“Que él con su intercesión, nos impulse a llegar al corazón de nuestros hermanos para que haya una nueva generación que no viva de los espejismos del lucro y el consumismo, sino que esté cimentada en las mejores tradiciones de sobriedad, solidaridad y generosidad que anidan en el corazón de vuestro pueblo”
3. Entre nosotros hay graves problemas sociales -antiguos y nuevos- que afligen particularmente a los más pobres y de menores posibilidades, y que desafían a toda la sociedad. El Papa, en su visita a Chile nos invitaba a construir una cultura y una economía de la solidaridad, pero pareciera que poco a poco hemos avanzado.
Aquí está la gran tarea de todos, creyentes y no creyentes.
4. Respecto a la RECONCILIACIÓN, queremos animar a todos los sectores del país a esforzarse por lograr un entendimiento que conduzca a la paz.
5. Quisiéramos que se pudieran sanar y cerrar las heridas existentes, y que todos lográramos mirar juntos el futuro con un corazón de hermanos.
6. La reconciliación no puede imponerse. Pero una paz sin justicia nunca es estable. Esto supone magnanimidad por todos y búsqueda del bien común. Nuestro Señor Jesucristo llama “bienaventurados” a los que trabajan por la paz. Cada uno hemos de colocarnos en lugar del otro.
7. A la Iglesia le ha sido confiada “la tarea de hacer todo lo posible para dar testimonio de la reconciliación y llevarla a cabo en el mundo... la reconciliación del hombre con Dios, consigo mismo, con los hermanos, con todo lo creado” (Reconciliación y Penitencia Nº 8).
8. La reconciliación brota de un corazón que reconoce sus errores y faltas, se abre al perdón de Dios y está dispuesto también a pedir perdón y a otorgarlo generosamente. ¡Con la Gracia de Dios ello es posible!
9. Con motivo del Gran Jubileo del Año 2000, el Santo Padre ha invitado a toda la Iglesia a un examen de conciencia respecto a sus propias faltas y deficiencias.
Cuánto ayudaría a continuar nuestro camino como país si todos -tanto las personas como las diversas instituciones- iniciáramos un proceso de “autocrítica”, reconociendo con valentía el propio pecado. Es indispensable para construir una convivencia verdadera. ¡Chile lo requiere, y Dios nos lo pide!
10. Invitamos a todos a dar pasos para construir el Chile que anhelamos concitando el aporte de hombres y mujeres, jóvenes y adultos, niños y ancianos, trabajadores y empresarios, civiles y militares. ¡Soñemos y construyamos un país para todos, una patria de hermanos!
11. Una vez más -como lo hemos hecho tantas veces en años anteriores -la Iglesia reafirmando su vocación de servicio, se pone a disposición para recibir, con discreción y en forma absolutamente confidencial, las informaciones que puedan entregarse respecto al paradero de los restos mortales de los hermanos “detenidos desaparecidos”, con el fin de poderles dar digna sepultura y aliviar así en algo el dolor de sus familiares.
12. La paz es un don de Dios que hay que implorar fervientemente a Cristo, Príncipe de la Paz. Llamamos a los creyentes a orar con insistencia al Dios y Padre nuestro para que nos conceda este don, prepare el alma de Chile para un auténtico reencuentro.
Encomendamos todas estas intenciones a la Virgen María, Reina de la Paz.
Santiago, 11 de agosto de 1995
† Fernando Ariztía Ruiz
Obispo de Copiapó
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† Cristián Caro Cordero
Obispo Auxiliar de Santiago
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile