1. Ante el fuerte temporal que ha golpeado gran parte del territorio nacional quisiéramos, en primer lugar, expresar nuestra más profunda solidaridad con todos aquellos que han padecido las consecuencias del mal tiempo. Nos duele particularmente la muerte de muchos hermanos y el pesar que eso provoca en sus familias. Nos preocupan también todos aquéllos que han visto sus viviendas afectadas o han perdido sus pertenencias por efecto de las lluvias. Normalmente, quienes más sufren ante estas inclemencias son los más pobres y ellos tienen derecho a una especial preocupación por parte de la sociedad. La Iglesia, como madre, no puede ser insensible ante este dolor y junto con expresarles a las víctimas su profunda cercanía, ha puesto a disposición muchos de sus locales y movilizado sus instituciones solidarias para ir en socorro de los damnificados.
2. En esta ocasión agradecemos la labor abnegada y generosa de autoridades, Carabineros, Fuerzas Armadas y otras Instituciones y personas particulares y hacemos un llamado a todos para que abran el corazón y vayan en ayuda de quienes sufren. Es necesario que los hijos de la Iglesia y toda persona de buena voluntad entreguen lo mejor de sí para aliviar el dolor de su prójimo. En estas circunstancias, más allá de las diferencias sociales, políticas o religiosas, debemos hacer visible que Chile es un país de hermanos.
3. Cuando hay una catástrofe no es el momento de recriminaciones. En esta ocasión sólo cabe socorrer a las víctimas. Cuando pase la emergencia, será necesario hacer un balance objetivo y desapasionado para sacar las consecuencias y aprender de lo ocurrido. Aunque siempre habrá situaciones que por su naturaleza son imprevisibles, es necesario que las autoridades y la comunidad se preparen con tiempo a aquello que se puede prever. Es un deber moral ser sanamente previsores para evitar lo evitable. Una situación como la que estamos viviendo nos obliga a ser prudentes en la calidad y ubicación de la vivienda humana, en la construcción de caminos u obras que pueden afectar a la larga la vida de las personas.
4. De un modo especial debemos hacer un serio examen de conciencia frente a todo acto de deshonestidad que pueda tener consecuencias funestas para la vida, la salud y el bienestar de muchos hermanos. Si en toda acción es preciso ser honestos, mucho más cuando se trata de administrar recursos que han ahorrado los pobres o provienen de la generosidad destinada a los más necesitados.
5. Finalmente quisiéramos hacer un llamado para que no se lucre con el dolor ajeno. Los temporales pueden producir escasez en alimentos y en elementos para la construcción. Esperamos que la grandeza de alma, la solidaridad y el sentido de bien común puedan más que los intereses del mercado.
6. Las lluvias caídas significan el fin de una sequía que hubiese sido una catástrofe silenciosa y devastadora. Confiamos que la primavera llegará. Tenemos, al menos, la esperanza de ver nuestros campos reverdecidos y dando el alimento a todos los chilenos. Para entonces se habrá secado nuestro llanto.
7. El Señor nos dé hoy la fuerza para aliviar a las víctimas y que El consuele con su presencia y su amor a quienes se han visto afectados por los temporales. Que la Virgen María del Carmen nos proteja y nos ayude a convertir este país dolorido en un país más previsor, más justo, más honesto y más fraternal.
Santiago, 24 de junio de 1997
† CARLOS OVIEDO CAVADA
Cardenal Arzobispo de Santiago,
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† JAVIER PRADO ARÁNGUIZ
Obispo de Rancagua,
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile