Falleció el padre Diocles Miranda Irribarra

Sacerdote de la Diócesis de Chillán

Falleció el padre Diocles Miranda Irribarra

Hace algunos meses celebró 60 años de ministerio sacerdotal, con una misa solemne en la Parroquia de Quirihue, donde fue acompañado por gran parte del clero diocesano de Chillán.

Domingo 27 de Julio de 2008
En horas de la noche de este domingo 27 de julio falleció en Quirihue el padre Diocles Miranda Irribarra, el hermano mayor del clero diocesano de la Diócesis de Chillán, quien este año acababa de celebrar sus 60 años de ministerio sacerdotal.

Su deceso se produjo por causa de un cáncer que mermó profundamente su estado de salud en este último tiempo. Su cuerpo será velado mañana en la casa de su familia en Quirihue, para luego ser trasladado al templo central de la parroquia Dulce Nombre de Jesús de la misma comuna, donde podrá ser despedido por la comunidad que hace años lo acogió como su pastor.

Datos biográficos

El padre Diocles nació en Quirihue, el año 1923, en el seno de una familia campesina y profundamente cristiana, formada por sus padres y seis hermanos (tres mujeres y tres hombres). Fue en este ambiente de amor y fe donde despertó su vocación al sacerdocio, siguiendo el ejemplo trazado por su hermano Benjamín. Luego, también les acompañaría en este caminar el padre Eloy Parra Irribarra, primo hermano por parte de madre.

La ordenación sacerdotal de Diocles Miranda tuvo lugar el 13 de marzo del año 1948, en el período de monseñor Jorge Larraín Cotapos. Siete meses después comenzaba a cumplir su primera responsabilidad pastoral como vicario cooperador del padre Estanislao Godoy Soto en la parroquia San Carlos Borromeo. En el año 1950 se le pidió la atención de la parroquia de Pinto y poco tiempo después en Quirihue. En 1952 asumió como párroco de la recién creada parroquia de San Nicolás, siendo su principal legado la construcción del templo parroquial. Cuatro años después, tomó posesión de la parroquia de Cobquecura, un cambio que en lo personal le costó mucho y que asumió solo desde la virtud de la obediencia.

En 1965 regresa a Quirihue, sucediendo como párroco al padre Juan Bautista Andrés Jiménez. En ésta, su tierra natal, continuaría su misión pastoral por las siguientes tres décadas, dejando un invaluable legado ministerial que le significaría a la postre ser reconocido como un “profeta en su tierra”.

Última entrevista: “el sacerdocio como una gracia de Dios”

Hace algunos meses, en el marco de la celebración de sus 60 años de ministerio sacerdotal, concedió una entrevista desde la tranquilidad de su hogar a Radio El Sembrador y el Departamento de Comunicaciones del Obispado de Chillán, donde hizo una mirada a sus seis décadas como sacerdote.

Sobre sus características como sacerdote, en la oportunidad comentaba que siempre buscó responder a todos los fieles por igual, aunque reconociendo que fue exigente con el tema del compromiso eclesial y la conversión en la fe. “Eso me trajo diferencias con algunos. Pareciera que en casi todas las parroquias hay muchos simpatizantes católicos, pero sin un gran deseo de ir perfeccionándose. Eso se traduce en que a veces reciben sacramentos, sin saber lo que se está recibiendo”, señalaba. De ahí que se preocupara especialmente por la formación de los católicos antes de las celebraciones del bautismo, la primera comunión, la confirmación y el matrimonio.

Uno de los mayores orgullos de Diocles Miranda fue haber sido un “cura de campo” en años donde llevar el Evangelio del Señor y los sacramentos a los lugares rurales más apartados era toda una odisea. “En mi vida sacerdotal traté de ser bien responsable con las comunidades campesinas, llegando a todas las misas anunciadas y anteponiendo mis responsabilidades con la gente de estos sectores por sobre otras actividades. Sin duda la vida es más difícil y dura para un sacerdote que atiende zonas rurales.”

Entre sus anécdotas más conocidas, contaba que siendo párroco de Quirihue, le apodaron el zorro, debido a que el nombre de su comuna en lengua mapuche significa “lugar de zorros”. Entre risas, señalaba que siempre trató de explicarse el apodo en el sentido de la destreza de este animalito para buscar el sustento o luchar por la vida. Lo cierto es que quienes le conocieron, lo describían como un hombre muy astuto, un ladino, alguien a quien siempre fue difícil sorprender.

Con la experiencia que le dieron sus 60 años como pastor, el padre Diocles manifiestaba que la vocación sacerdotal es un don proveniente de Dios, que debe ser recibido como un hermoso regalo y que se debe cultivar a diario. Al respecto explicaba: “la vida sacerdotal es una vida de entrega en cada momento y a cada instante, que sin duda tiene muchos sacrificios, pero que también tiene grandes satisfacciones. Entendiendo quien es Dios y lo que representa el don de su llamado a la vocación sacerdotal, en lo personal siento que no hay algo más grande que yo pude haber vivido. De modo que de volver el tiempo atrás, yo elegiría siempre lo mismo, ser sacerdote.”

Asimismo, tuvo palabras para sus hermanos sacerdotes más jóvenes y todos aquellos muchachos que viven su etapa de discernimiento vocacional. “Dios nos elige, por lo tanto nunca nos abandona, siempre está ahí. Por lo mismo, si ellos quieren ser fieles a su vocación, primero tienen que agradecer a Dios por la gracia que nos ha dado. Por otra parte, hay que posponer el bienestar personal por el compromiso con el Señor. Todo debe hacerse, no según lo que uno o el mundo quiere, sino según la voluntad de Dios”.

En clara conciencia de que los años no habían pasado en vano y del cáncer que arrastraba, el padre Diocles Miranda también se refirió a lo que más temprano que tarde vía en el horizonte, su encuentro definitivo con Dios.

Al respecto, lejos de sentir la nostalgia de tiempos pasados, vía en esta última etapa de su vida una oportunidad para estrechar su encuentro íntimo con el Señor. “En la medida en que uno va careciendo de las fuerzas humanas, debe unirse más íntimamente a Dios, debemos renovarnos en nuestra consagración a él”.

Tal como lo expresó en su última entrevista, esperaba ser recordado simplemente como “un buen sacerdote, sencillo, hombre de origen campesino, que trató de servir a sus hermanos”.

Fuente: Comunicaciones Chillán
Quirihue, 27-07-2008