Los diáconos de la Diócesis de Chillán celebraron la fiesta de San Lorenzo, con una misa en la Catedral.

Este domingo la Iglesia celebra la fiesta de San Lorenzo, patrono de los diáconos. En nuestra diócesis, se les celebró con una misa al mediodía, oficiada por el Obispo de Chillán en la Iglesia Catedral. Luego, el grupo de diáconos compartió un almuerzo junto a sus señoras esposas en la Casa de Ejercicios Tabor.
Los diáconos deben asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de la Eucaristía, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad.
Un testimonio de lo que es vivir el diaconado permanente nos entrega Venancio García Rodríguez, de 68 años, quien hace más de tres décadas cumple con este ministerio en la parroquia San Pablo. Tal como él lo explica, desde siempre su misión de servicio a Cristo la ha compartido con el cultivo del amor al interior de su familia y el buen cumplimiento de sus responsabilidades laborales.
Su vocación diaconal no fue algo que surgiera de la noche a la mañana, sino más bien la consecuencia de un largo proceso que tuvo su génesis en la experiencia de los Cursillos de Cristiandad y la inspiración de grandes pastores como el padre Jesús Grañón y algunos misioneros canadienses. Posteriormente, tras un largo proceso formativo y de discernimiento, fue ordenado diácono permanente el 01 de octubre de 1977 con imposición de manos del obispo de la época, monseñor Francisco José Cox.
Un pilar fundamental en este camino ha sido su familia, conformada junto a Estelia Riffo Cifuentes y con quien tuvo cuatro hijos: Venancio, Miriam, Andrés y Cecilia. “Mi esposa nunca ha dejado de acompañarme a las comunidades; y por otra parte mis hijos que no sólo entendieron mi misión, sino que también siguieron el ejemplo de la participación activa en la pastoral de la parroquia y en la vivencia de la fe”, nos cuenta.
Con respecto a la conjugación de las tareas del diaconado con su vida diaria, señala que ha sido clave la vocación para responder con madurez a todos los compromisos y el cultivo diario de la espiritualidad. “La oración es la debilidad de Dios y la fortaleza del hombre; de ahí que uno necesite hacerse fuerte en la oración para no desfallecer en el servicio a la Iglesia”, expresa.
Fuente: Comunicaciones Chillán
Chillán, 10-08-2008