"Las Animitas"
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"Las Animitas"

Fecha: Viernes 01 de Agosto de 2003
Pais: Chile
Ciudad: s/r
Autor: P. Raúl Feres Shalup

1.- Descripción

Una de las manifestaciones de religiosidad popular que más llama la atención en Chile y a lo largo de su territorio es el culto rendido a las “animitas”. Allí se muestra una estrecha relación afectiva con los muertos.

Se trata de una veneración dada a las personas que han fallecido trágica y violentamente. En el lugar mismo de su muerte se construye una pequeña casita o templete que sustenta una cruz donde se inscribe el nombre del difunto y la fecha del fallecimiento. Se adorna el sitio con flores y velas encendidas. Las “animitas” se encuentran en las grandes ciudades, en las calles, a la vera de las aceras, en los pueblos de provincia, en los extramuros.

Se les ve a lo largo de los trazados ferroviarios de norte a sur, en las riberas de los ríos de enfebrecidas corrientes, al borde de los barrancos, en la curva peligrosa, en la berma de las carreteras, en las rocas de las playas, en la escabrosa cordillera, en la pampa soledosa de la sal y el cobre, en las islas de Chiloé, entre la lluvia y el viento

No hay un arquetipo de lo que debe ser una animita, ni menos un esquema reglamentado que cumplir; su construcción es tan variada y heterogénea como lo son sus seguidores.

Básicamente existen tres modalidades de construcción, aunque con innumerables variaciones dentro de cada una. La casita que figura una iglesia, el cajoncito y la lápida, es decir una sola piedra oblonga. La única constante es la delimitación de un espacio. Este puede estar demarcado por un cerco de madera, fierro o piedras, o por la construcción misma de la animita.

El tipo casa tiene un sentido concreto de protección y acogida. Es la morada del ánima, su habitación y el lugar a donde ésta invita. El sitio de la muerte es el lugar de la redención, ahí queda el ánima y se configura como lugar sagrado. El entorno también se transforma, generalmente se embellece plantando flores y árboles, incluso en animitas del desierto. Se les construyen entradas de piedra, cerámica o cemento, y se adornan con diferentes objetos que se encuentren a la mano. El espacio que la circunda es una entrada, un primer peldaño.

Hoy en día la construcción de carreteras y caminos desafía la permanencia de las animitas en el lugar. Pero pocos se atreven a eliminarlas; con respeto se levantan y se ubican en la nueva orilla.

Las “animitas” reconocidas como milagrosas atraen gran cantidad de fieles que viene a implorar sus favores o a testimoniar su agradecimiento. Son notables en Santiago las “animitas” del Parque O’Higgins, del Cementerio General y de la Estación Central, entre muchas otras. Describiremos aquí más ampliamente esta última. Esta “animita” está ubicada en la esquina de Avda. Bernardo O’Higgins con calle San Borja, al costado poniente de la Estación Central de Ferrocarriles de Santiago. Ocupa la mitad de la vereda en un trecho de unos 13 metros, totalmente encerado con los restos de esperma derretida Junto a ella hay un paradero de microbuses; en la vereda del frente destaca el restaurante “Los Palos”; toda la cuadra es lugar de estacionamiento de camiones fleteros. Hay tres casitas de latón y dos de cemento, de unos 50 cmts. por lado, adosadas a una muralla de ladrillos de unos cuatro metros de altura. Esta muralla está tapizada de ex -votos que en su mayoría son pequeñas placas de bronce, pero hay también más grandes en mármol; otros son simplemente de cobre, o lata, o grafitos escritos con lápiz sobre los anteriores. Tanto las casitas como el muro están ennegrecidos por el humo de las velas. Como adorno hay flores artificiales.

Todo está rodeado de gran cantidad de velas encendidas. Hay también otros objetos variados, como tarros para poner flores, candeleros viejos y repisas para las velas, crucifijos y estatuitas rotas de yeso del Sagrado Corazón, San Pancracio, La Virgen de Lourdes y otras difícilmente identificables dado el deterioro y el hollín.

Probablemente su verdadero nombre es Romualdo Ibáñez. Pero encontramos también en las inscripciones de la pared una amplia variación tanto del nombre como del apellido: Romualdito, Romualdo, Ronaldo, Ronaldito, Reynaldo, Reynaldito, San Rumualdito (una vez), Rumualdita (un caso con fecha 13 de enero de 1972); Ibánes, Ibáñez, Ibanis, Ivanez, Ivanes, Ivane, Ivániz, Ivannis, Ivani, Ivanni, Iván, Yvani, Santibáñez, (¿de San Ibáñez?), Santiváñez, Ivan Santibáñez (un caso). Se nombra también, una vez a “Malvinita” (placa en acción de gracias, de 1972), famosa “animita” de Concepción.

Sobre quién era “Romualdito” y cómo murió, hay distintas versiones: “fue un joven, muerto como a los 21 años; su historia salió en el VEA “hace muchos años atrás, y cuando la leí vine a ver, y desde entonces soy una ferviente católica y rezadora” (nos cuenta una señora de San Antonio que dice venir todos los viernes a visitarlo). “Este es un joven que murió a los 22 años, hace unos 40 años atrás; lo mataron unos malvados” (testimonio de un hombre de 60 años que se declara de profesión “vagabundo”). “Fue muerto por desconocidos al salir medio “tumbaito” (“curaíto”, ebrio) de una cantina” (señora de unos 40 años). Pero la mayoría de la gente consultada desconoce la historia; otros dicen que hay allí “varias animitas”, todas de personas muertas en aquel lugar por asesinato.

Ligada a este lugar está también la tragedia del oficial de carabineros (o sargento) que quiso terminar con estas manifestaciones de devoción y dispersar para siempre “casitas” y velas y grupos de gente: “Les echó el caballo encima, pero fue castigado por el ánima de rotulado; el animal resbaló y el carabinero murió del golpe recibido al caer al suelo”.

Son “Santos” no reconocidos por la Iglesia Católica, pero que han sido “canonizados” espontáneamente por el pueblo, por tratarse de personas que sufrieron una muerte violenta, inesperada o injusta, cualquiera sea la razón que la provocó.

Para el sentimiento popular este hecho trágico redime de sus pecados a la victima y lo convierte en un mediador válido entre Dios y los hombres. Entonces, el sitio donde ocurrió esa muerte se transforma en un lugar sagrado y, por lo tanto, en un lugar de culto: una animita.

Alguien planta una cruz, otros ponen las flores y las velitas, y luego, cuando las plegarias de los devotos son escuchadas, empiezan a aparecer las placas con inscripciones donde se agradece el “favor concedido”

Cada uno paga los favores con lo que puede o más quiere: flores naturales o plásticas. Velas, estampas religiosas, dibujos de niños, figuras de yeso, patentes de vehículos, botellas de agua, juguetes (cuando la animita es de alguien que murió en la infancia).

“Animitas” de algunos países americanos.

Argentina


La difunta Correa: Cerca de San Juan, localidad de Vallecito, fue encontrada muerta una mujer en plena pampa, bajo un sol radiante, con un hijo vivo apegado a su pecho. Como única identificación tenía una medalla donde se leía: Correa. Los arrieros que la encontraron tallaron sobre un tronco el apellido y con unas ramas construyeron una sencilla cruz que extendió sus brazos sobre la tumba.

Un arriero que tenía perdido su ganado por haber sido dispersado una noche de tormenta, se encontró con la cruz y la seña Difunta Correa. Primero una oración atropellada y luego, “ánima bendita, por tu muerte, quizás más cruel que mi vida, estás muy cerca de Dios. Ayúdame, hazme el milagro de que aparezca el ganado… Yo te prometo construir aquí mismo una capillita y venir a rezarte hasta el fin de mis días”. El arriero al otro día miró hacia el valle y vio reunidas todas las vacas.

Se comenzó a comentar en fogones y boliches a la joven madre que murió de sed y se la encontró con su hijo sorbiendo la leche de sus pechos.

La Difunta Correa era Deslinda Antonia correa y se dio en hablar que era milagrera y las botellas de agua comenzaron a llenar el recinto como ofrenda y desafío a la sequedad eterna del valle que la mató.

Los afligidos llegaban a un reducido oratorio, en su tomo fue creciendo un poblado, y el tiempo convierte al nicho en un enorme Santuario con más de veinte piezas, donde los promesantes llegan de Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, Venezuela, dejan sus agradecimientos en placas , ofrendas en cobre, oro, plata, fotografías, santos enmarcados, vestidos de novias, automóviles, dinero. En el año 1982 había en el banco cien kilos de oro, valores controlados por la Fundación Vallecito y dirigida por un interventor de gobierno que se ocupa de levantar nuevas salas, ayudar a algunas escuelas del poblado, fuera de construir un hotel y oficinas de policía.

La botella de agua es el símbolo: exteriorización y síntesis del fervor popular.

Alma del Quemadito: En la campaña catamarqueña de Copayán, una cruz piadosa recuerda a José Carrizo, que fue muerto en una hoguera sin sumario ni confesión por orden del coronel Acha. La gente quedo impresionada por este suceso y dice que el “alma del quemadito” está por los campos de Copayán, y que al que le pide algo se le otorga, especialmente si se trata de algún animal u objeto extraviado.

Brasil

“Animas” del Mar. En Río de Janeiro, en la arena de la playa de Copacabana, se encienden velas, se dejan flores, dulces y se musitan plegarias para una “animita” que está a la orilla del mar.

Esto acontece al caer la tarde y al llegar la noche. Otros traen flores y las arrojan a las olas.

El rito consiste en abrir tres pequeños hoyos en la arena e ir dejando dentro de ellos las velas encendidas, las flores envueltas en papel y un paquete de dulces.

El ánima puede dar trabajo, sanar, dar más salud, o simplemente descanso espiritual.

Paraguay

La crucecita. Existe la devoción o respeto por la cruz que se levanta sobre aquellas personas halladas muertas a la vera de los caminos o campo adentro. Se le puede observar a pocos minutos de automóvil de Asunción. Son objetos de la devoción popular y no pocas veces se le atribuyen milagros extraordinarios.

El investigador del folclor paraguayo, Ramón C. Bejarano refiriéndose a las cruces, dice: “En algunas calles de la ciudad de Asunción, o en los caminos en la campaña, existen cruces donde fallecieron trágicamente algunas personas, y a las cuales piadosas o los mismos parientes construyen un nicho de mayor o menor tamaño.

Durante la noche del jueves al viernes santo, suelen visitar estas cruces algunas congregaciones católicas o grupos de personas. Recorren durante toda la noche, entonando cánticos. Tienen canciones especiales para la “llegada” y para la “despedida” de estos “calvarios”.


Curuzú Cedro. En la tradición guaireña, se encuentra la figura de un joven, Antonio Berreto, predilecto de las mujeres de Tuyutimi, departamento de Villarrica, que fue ultimado después de un baile por una partida policial, dirigida por el hijo del comisario y a raíz de una incidencia. La mujer que lo amaba sepultó su cadáver y puso sobre él una hermosa cruz de cedro, de ahí el nombre de Curuzú Cedro. Los vecinos del lugar la veneran, y las jóvenes saben hacer peregrinaciones hasta la misma el día de la Cruz, porque les da suerte en el amor y resuelve las dificultades más apremiantes de los ozos envueltos en aventuras amorosas.

Perú

Almas. En este país llaman “Almas” al sitio en que alguien “ha sido sembrado”, asesinado, y en que se colocan nichos u ollas en las que arden velas día y noche.

2.- Origen y Características

En la animita hay una perduración de fenómenos indígenas anteriores a la Conquista española. En la religiosidad mapuche el objetivo del rito funerario es hacer del muerto un antepasado. Este habita junto a los dioses, pero sigue unido a los hombres por diversos lazos que perduran en la mente de los vivos. El antepasado se transforma así en un mediador. A su vez, determina un espacio sagrado al encarnarse en un lugar. En el pasado ya se constataba la existencia de piedras habitadas por espíritus poderosos. Las más conocidas fueron ubicadas en rutas frecuentemente transitadas donde los caminantes les rendían culto.

Esta concepción tiene por objeto a los seres espirituales, almas, genios, demonios, divinidades, agentes animados y conscientes como el hombre, pero que se distinguen de éste por la naturaleza de los poderes que les son atribuidos y porque los sentidos humanos
no los perciben naturalmente. Las personas que mueren trágicamente tienen poderes para resolver “mandas”.

La sangre del que cae al suelo, que ha sido muerto violentamente, clama venganza.
Las ánimas penan porque quieren comunicarse ó porque necesitan rezos.
Las ánimas son muy “cobradoras” cuando se les hace una promesa habiendo cumplido ella, hay que proceder a “pagarla” porque reclama el “cobro” de cualquier manera.

Dicha creencia se fusionó con la influencia misionera del período colonial, cuya espiritualidad tenía gran énfasis en la devoción a los difuntos. Las animitas podrían corresponder a un fenómeno de transposición del culto a las almas del purgatorio, sin embargo, en éstas incide un factor no católico: la santificación del individuo debido a su muerte trágica e intempestiva

Juan Enrique Forch, realizador afirma “siempre me llamó la atención la diversidad de los diseños. Empecé a pensar que las animitas, por el hecho de ser construidas normalmente por gente pobre, eran la proyección de una casa que ellos no se habían podido construir. En la animita participa el que fallece y el que construye. Esto hace que sea un acto de expresión arquitectónica, estética, cultura, religiosa.

Podría decirse que la animita constituye de por sí una religión, porque es absolutamente ecuménica, todo el mundo puede participar, no exige nada y uno impone sus propias reglas. Además es una religión que mira hacia el suelo; la animita está pegada a la tierra y se quieren quedar, mientras todas las demás miran hacia el cielo, agrega.

La creencia popular dice que las almas que mueren violentamente en descampados permanecen en la tierra y comienzan a perturbar a los vivos. Las animitas están hechas justamente para estos seres.

3.- Interpretación

Intentaremos ahora una breve interpretación de este culto a los muertos fallecidos trágica y repentinamente.

En todos los pueblos y religiones de la tierra se ha tenido siempre, y se tiene especial veneración por los difuntos. Esto no es cuestión de hombres primitivos o sin cultura. Es una intuición popular, es una convicción de fe, sobre todo, la vivencia del encuentro con el difunto más allá de la muerte.

La muerte no es más que una separación aparente. El muerto ha cobrado nueva vida, sigue existiendo, sufre o es feliz; es alguien que sigue estando allí presente.

Y nosotros podemos reconocerlo, podemos verlo y hablar con él. El me conoce, me comprende, me acompaña y me espera para un encuentro más definitivo.

También él puede necesitar de nosotros para conseguir su rescate definitivo cuando todavía es un “anima en pena”; recíprocamente, nosotros necesitamos de su ayuda en las penurias de nuestra vida. Se instaura así un pacto entre vivos y muertos, que está por sobre toda división entre vida y muerte. He aquí una vivencia, tal vez no consciente y tematizada, de la Resurrección, más allá de la vida y de la muerte, a la cual todo hombre está llamado. La vida no termina con la muerte.

Pero hay algunos muertos que no sólo viven y están presentes, sino que han adquirido también un nuevo poder. Este poder les viene de la dignidad que han tenido en vida, - porque fueron faraón, cacique, rey o santo-, o de la tragedia de sus muertes, la madre fallecida en el parto, el inocente que murió asesinado, el mártir.

No todos los muertos son poderosos. Estos últimos ejercen su poder frente a los hombres tanto en sentido benéfico, son milagrosos, como en el maléfico: nos traen desgracias y castigan, como el caso del sargento de carabineros muerto trágicamente en la Estación Central por no respetar el “anima” de Romualdito. Por eso, “hay que cumplir con ellos”, agradecerles y respetarlos.

Existe en la intuición del pueblo que la muerte trágica equivale a una purificación por la sangre. Por eso el “animita” tiene un poder especial, intercede por mí, hace milagros en mi vida, es santa. ¿No hay aquí un gran parentesco con el culto a los mártires, cuya sangre era un Bautismo de purificación que los hacía entrar inmediatamente en la esfera de Dios? La Iglesia siempre tuvo una especialísima veneración por sus mártires.

El “animita” de la Estación Central es muy poderosa. Poco importa su nombre, su vida pasada, la fecha y circunstancias de su muerte. Es una presencia viva, que actúa hoy en mi vida, con una fuerza eficaz que yo puedo comprobar en cada momento. Es un cuasisacramento del poder mismo Dios.

Esta presencia no sólo da sentido a mi muerte (que conduce a la vida), sino que da sentido, sobre todo, a mi vida. A esa vida chata, sin horizontes, de “lo normal”, de las leyes fijas y fatales que me conducen, del “así es la vida”. Esa “animita” es una esperanza. Es la reafirmación que mi vida no es una esperanza. Es la reafirmación que mi vida no es un puro determinismo, dictado por el médico que me declara incurable o por el patrón que me echa del trabajo. Mi vida está abierta a lo excepcional, a lo repentino, al milagro; hay un camino de liberación que viene de más allá de mi propia vida.

4.- Pistas Pastorales

Es un fenómeno de religiosidad popular, que escapa a una planificación pastoral, por su carácter de espontaneidad e individualidad.

Sin embargo ofrece algunas posibilidades de evangelización, cuando se está atento a su surgimiento. Por ejemplo, lo que hace la comunidad de la Parroquia Jesús Obrero en la Zona Oeste de Santiago – Tienen como criterio, que cuando aparece una animita la comunidad concurre con su párroco al lugar para celebrar una liturgia y bendecirla junto a la familia.- También en el Paraguay, un sacerdote fue orientando esta devoción hacia el amor a Cristo y a la Cruz. Hoy día llaman a esta animita “Crucecita”.

En el anuncio y en la predicación deben estar presente los valores, que muestra: fe en la otra vida - Resurrección - comunicación o diálogo con otras personas, que ya dejaron este mundo.

Padre José Donoso. “Estos signos han trascendido y deben ser orientados. Las animitas no obran milagros, tarea que sólo corresponde a Dios. Es el Padre quien escucha nuestros ruegos y que está presente cuando la gente pide ante una velita encendida. La Iglesia Católica respeta estas creencias, a la vez que estima que éstas deben ser encauzadas en el buen camino de la fe, porque no es lo mismo dar la vida por Jesús que haber fallecido a consecuencia de un atropello o acuchillado por un delincuente. No olvidemos que el animismo también está presente en las creencias de los pueblos indígenas, que veneran el sol, la luna, la tierra y algunos animales”, precisó.

Por otra parte habrá que clarificar su poder intercesor, que no es absoluto ni mágico.

Y finalmente es necesario complementar esta devoción, llevándola a la totalidad del misterio cristiano: La Santísima Trinidad, Jesucristo, La Iglesia, La Virgen María, Los Santos, Los Sacramentos.

PADRE RAUL FERES SHALUP

Agosto/2003

Bibliografía:
- Oreste Plath “L’animita”
- Seminario.- Fe y Religiosidad Popular 1973 U.C.
- Artículo de “El Mercurio” 1º-02-1998
- Julio Vicuña Cifuentes, “Mitos y Supersticiones”

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