Extractos de los principales mensajes de Card. Juan Francisco Fresno

Extractos de los principales mensajes de Card. Juan Francisco Fresno

Viernes 15 de Octubre de 2004
Saludo de Mons. Fresno, el 6 de mayo de 1983, al conocer su nombramiento como arzobispo de Santiago

“El ejemplo del santo y humilde Arzobispo Cardenal José María Caro, antecesor nuestro en ambas Arquidiócesis, de La Serena y de Santiago, cuya obra debo continuar, y la abnegada y comprometida labor de nuestro hermano Cardenal Raúl Silva Henríquez, que seguirá alentándonos humilde y generosamente desde su retiro, con su ejemplar bondad y amor a los pobres y a los que sufren, nos dejan una tarea muy difícil de realizar que sólo porque Dios lo quiere y la Santa Iglesia lo pide, hemos aceptado confiados en el Padre Dios y en la asistencia del Espíritu Santo”.


Al tomar posesión como Arzobispo de Santiago, el 10 de junio de 1983

“Que todo nuestro trabajo por construir el Reino, exigencia de nuestra alianza bautismal y de nuestras promesas sacerdotales y religiosas, no tenga otro motivo, otra meta, ni otro método que tu mandamiento de amor”.
“¡Qué triste es, Señor, que los hombres no creamos en tu misericordia y abusemos de tu paciencia! ¡Qué triste es que el hombre luche en contra del hombre, que el hombre esclavice a otros hombres! ¡Qué triste es que los hombres no sepan o no quieran reconciliarse, y ni siquiera crean que la reconciliación es posible!”
“Enséñanos a todos a pensar más en nuestro prójimo que en nosotros mismos, a reconocerte presente en nuestros hermanos, particularmente en quienes más nos necesitan; a usar de los bienes sólo en la medida justa y necesaria, y no codiciar y apropiarnos sin reparar en los medios”.


Al tomar posesión , en julio de 1983, como Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica

“La Universidad Católica no existe sólo para formar profesional de gran nivel. Lo que hay en la universidad es el patrimonio cultural del País, bien común que no es transable, como si fuera un bien absolutamente individual, a ningún precio. La cultura y la ciencia pertenecen a todos; y su ejercicio, más que una simple profesión, debe ser la vivencia de una altísima vocación de servicio a la sociedad”.


En la conmemoración y renovación del compromiso de la Iglesia de Santiago por la defensa de los Derechos Humanos. 25 de noviembre de 1983

“En América Latina, las economías de nuestro país –incluyendo a los tradicionalmente más poderosos- están exhaustas, y se han visto obligadas a renegociar sus deudas externas en condiciones que difícilmente permitirán combatir de modo adecuado el flagelo de la cesantía y del hambre. En estos aspectos, la situación en Chile se ha vuelto dramática en el último año, uniéndose a ello una situación insostenible en el campo de la vivienda. Como pastor quisiera agradecer muy sinceramente todas las iniciativas tomadas por las autoridades o los particulares para paliar tales problemas. Sin embargo, me veo obligado a reconocer que distan aún mucho de constituir una respuesta adecuada. El derecho de miles y miles de chilenos a la subsistencia, al trabajo y a condiciones dignas de vivienda, continúa, en la práctica, sin solución”.


Llamado a los trabajadores, campesinos y cesantes. 1 de mayo de 1983

“El sentido primario del trabajo, nos lo ha dicho Juan Pablo II, no es producir bienes o servicios que se transan en el mercado. El trabajo está ordenado, ante todo, a dar vida a quienes lo realizan. Pues les permite crecer como personas; manifestar su amor a Dios colaborando a perfeccionar la creación con sus manos; y ofrecer a los demás hombres los bienes o servicios producidos, como dones de amor fraterno y de esperanza”.

“Queridos hermanos que trabajan la tierra. Este es el día en que la tierra se abrió para permitir que, de una semilla abandonada por los hombres en sus entrañas, surgiera la más hermosa flor o fruto que el universo estaba destinado a producir: el cuerpo resucitado de nuestro Señor”.

Sigan trabajando con entusiasmo la tierra. Ámenla como una especie de “madre común” a través de la cual el padre Dios nos regala la vida a todos los hombres. Y cuando los agobios del trabajo y de la lucha por la vida les parezcan insoportables, recuerden que, habiendo sido formados de la tierra, Dios ha permitido que los hombres suframos la mordida del dolor, para que ella nos ayude, igual que a la tierra mordida por el invierno, a engendrar primaveras portadoras de flores, frutos y nuevas esperanzas”.


Durante la festividad de Pentecostés, en 1986, inaugura el Proyecto Misionero “Evangelicemos Santiago”

“La razón más profunda de nuestros sufrimientos personales y sociales, es que el hombre se ha cerrado sobre sí mismo. El mundo vive como si Dios no existiera y se empeña en construir la prosperidad basada en sus propias fuerzas. Y este es un camino sin destino. Así lo demuestran la guerra y la violencia, la injusticia y los abusos de poder, la búsqueda desenfrenada de placer, frutos todos del egoísmo de un hombre encerrado en sí mismo.

Pentecostés invita a la iglesia a volver a la fuente de su vida y a cada uno de nosotros a reconocer nuestra radical dependencia del Espíritu. Si esa actitud, todo lo que hagamos será inconsistente, superficial, incapaz de dar vida”.


Mensaje a los comunicadores sociales (1984)

“El periodismo y el periodista deben estar al servicio de la verdad. Es esta una grave responsabilidad ya que el entendimiento entre los hombres sólo se puede dar en base a la verdad (…) Siempre habrá dificultades que salvar para proclamar, cultivar y vivir la verdad. Dificultades que surgen del corazón del hombre que teme, a veces, reconocer su propia verdad, como dificultades que provienen de otros intereses que impiden la manifestación de la verdad plena (…) con la base de la verdad se puede facilitar el camino de los otros valores como son la justicia social, los derechos humanos y el perfeccionamiento de la sociedad y de la paz entre los pueblos”.


“Humildad Nacional”, durante el Te Deum de Fiestas Patrias (1984)

“Hemos pecado. Ninguno de nosotros está enteramente libre de culpa. Y tal vez no haya, en el itinerario de la Patria, otro día, otro momento y otro lugar, tan oportuno como éste para realizar, juntos, un gran gesto de humildad nacional (…)


En la hora de la despedida, Jueves Santo de 1990, en la Misa Crismal, Catedral de Santiago

“Estos siete años los he vivido entre fatigosas labores, grandes consuelos, dolorosos acontecimientos y santas alegrías. Incomprendido a veces por algunos, pero recibido generosamente por otros. Los más sencillos y humildes me han acompañado en mi caminar como Pastor con bondad, con cariño y juntos,con mucha fe, hemos alabado al Señor”.

“Cuando asumí en 1983, en nuestra convivencia nacional había falta de diálogo. Sentía que con la ayuda de Dios y la buena voluntad de muchos tenía que ser posible transitar por caminos de unión y fraternidad. El Señor ha sido muy bueno conmigo al permitir que entregue mis responsabilidades como Arzobispo de Santiago en un período de convivencia más fraterna animada por el espíritu cristiano, como nos lo pidió el Papa al partir de Chile, Este clima permitirá que la búsqueda de la verdad será llevada a cabo en forma objetiva, serena y prudente, con generosidad y también renunciamientos”


Acuerdo Nacional para la transición a la plena democracia
(Revista Iglesia de Santiago, año XIII, septiembre 1985, Nº 173).

El domingo 25 de agosto de 1985 fue entregado al Cardenal Arzobispo de Santiago, Mons. Juan Francisco Fresno, el documento titulado “Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia”, aprobado unánimemente por ciudadanos con responsabilidades en el campo político y que recoge el llamado a la Reconciliación formulado por el señor Cardenal.

El Departamento de Opinión Pública del Arzobispado consultó a Mons. Fresno-el lunes 26- su opinión acerca de este hecho. Señaló el Pastor:

“Efectivamente, acabo de recibir este documento con la firma de los asistentes.

Estoy agradecido de Dios y de estos ciudadanos con responsabilidades en el ámbito político que han aprobado unánimemente este documento que es una respuesta concreta al llamado formulado por mí para que logremos la Reconciliación en nuestra Patria.

Junto con agradecer muy sinceramente a la Comisión Especial que ha llevado adelante estas conversaciones creo oportuno que todos conozcan este esfuerzo y por eso se los ofrezco a los Medios de Comunicación Social para que ellos puedan darlo a conocer”.


Carta de Comisión Asesora

“Eminentísimo señor Cardenal:

En la reunión a que lo acompañamos el 22 de julio pasado en Calera de Tango, los que a ella asistieron nos comisionaron para recopilar antecedentes sobre lo que las distintas corrientes políticas han venido avanzando en la búsqueda de una concertación nacional y, también, para preparar con tales antecedentes y consultas a cada uno de los participantes en esa reunión, un documento con los acuerdos políticos, económicos y sociales que constituyan la base de un amplio consenso de la civilidad de nuestra patria.

De la recopilación y consultas que se nos encomendaran, se originó el documentos que acompañamos, denominado “Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia”, que cumplimos con el encargo de entregarle. Nos es grato informar a S.E. que el texto fue unánimemente aprobado por los asistentes a las reuniones, cuyos nombres se incluyen en hoja anexa:

El referido documento, que está abierto a ser suscrito por organizaciones y personas que compartan los criterios que en él se expresan, será llevado por los distintos personeros que participaron en su redacción final, a la ratificación de las colectividades a que pertenecen y de acuerdo al mandato que cada uno recibió.

Agradecidos y honrados por la oportunidad que nos dio de servirlo en tan trascendental iniciativa, lo saludamos con gran afecto y respeto”

Fernando Léniz C.
Sergio Molina S.
José Zabala de la F.




Acuerdo Nacional para la Transición
a la plena democracia
(EXTRACTO)


Como contribución al llamado a la reconciliación nacional formulado por S. E. El Cardenal Arzobispo de Santiago, y como testimonio de la disposición de muy amplios sectores políticos y sociales del país a un gran acuerdo nacional que asegure la evolución pacífica hacia una democracia plena y auténtica, todos los que suscriben este documento, en un gesto positivo hacia la reconciliación que se desea, expresan su apoyo a los principios políticos, económicos y sociales que a continuación se enuncian.

Los valores democráticos deben regir nuestra convivencia y para que ellos se alcancen se requiere una entrega ordenada del poder político a autoridades revestidas de plena e indiscutida legalidad democrática, un marco político-económico-social que garantice tanto la gobernabilidad del país como las condiciones básicas para el esfuerzo colectivo que los desafíos de hoy y del futuro plantean; y, también, el retorno de las Fuerzas Armadas a sus indispensables funciones permanentes, respetando plenamente sus valores, dignidad y requerimientos institucionales.

La reconciliación, asimismo, exige el pleno respeto al derecho a la vida y a todos los demás derechos contemplados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y Pactos Complementarios, lo cual significa rechazar la violencia, de donde quiera que ésta venga, como método de acción política y hace indispensable esclarecer los atentados y crímenes que han conmovido al país y aplicar la plenitud de la ley a los responsables. Es prioritario unir a los chilenos para construir las bases esenciales de su convivencia.

Es imperativo atender las exigencias de la justicia de una manera congruente con el espíritu de reconciliación nacional. Para ello, los procesos a que hubiere lugar por violación de derechos humanos, requerirán de denuncia responsable por delito específico, formulada con fundamento. Su conocimiento corresponderá exclusivamente a los Tribunales existentes, asegurándose así el debido proceso, exento de humillaciones, venganzas y juicios colectivos ad-hoc.

Dentro de la tradición cultural y de libertad de los chilenos, la Democracia es el mejor sistema posible de vida, y por ello, el presente acuerdo se refiere a las condiciones fundamentales que debieran cumplirse, no sólo para hacer posible el tránsito a esa Democracia, sino para asegurar su estabilidad una vez que esté plenamente restablecida.

La magnitud de los problemas que deberán enfrentarse, a lo menos en lo que resta del siglo, hace urgente que mediante el gran acuerdo nacional que se postula, se logre una tasa de crecimiento elevada y persistente que lleve a niveles más altos de bienestar y equidad, única forma de construir y hacer perdurable una Democracia auténtica, moderna y participativa.

Teniendo en consideración lo anterior, la estabilidad del sistema democrático que se establezca exige el compromiso solemne que contraen todos los que firman o se adhieran a este documento, de realizar la acción política del futuro dentro de un espíritu de lealtad democrática, aplicación efectiva de la ley y respeto mutuo, compatibilizándola con los principios institucionales, económicos y sociales aquí señalados. Sólo de esta manera se garantizará la gobernabilidad del país y la efectiva transición hacia una democracia plena.

En la medida en que la convivencia nacional garantice mayor justicia y seguridad para todos, será posible mantener el orden público, evitar el empleo de la violencia, contribuir a eliminar el terrorismo y sancionar las conductas antidemocráticas. En cualquier caso, el resguardo efectivo de los derechos humanos será una preocupación preferente en el quehacer de las autoridades públicas.

Los que suscriben este documento se comprometen desde ya a empeñar su voluntad y esfuerzo en la tarea enunciada e invitan a adherirse a ella, con igual disposición, a los trabajadores, empresarios, profesionales y demás actores del acontecer nacional, de modo que se produzca una concertación democrática realmente representativa de toda la nación.


Fuente: DOP Santiago


, 15-10-2004