Cardenal Errázuriz despide a Mons. Fresno: "puso la mano en el arado sin mirar atrás"
En su homilía en la Misa de exequias del Arzobispo emérito de Santiago, el Cardenal Errázuriz expresó que, con su espíritu de hombre bueno, decidido a mirar la realidad y las personas, y a amarlas desde su corazón, el Card. Fresno puso la mano en el arado sin mirar atrás en tiempos de especial dificultad.
Recordó que Mons. Fresno, escuchando el latido del corazón enfermo de su pueblo, tuvo que recurrir una y mil veces a su Señor, y suplicarle con mucha fe: “Padre, … venga a nosotros tu Reino" en esta patria y en esta iglesia en conflicto, y habría de concitar voluntades para que muchos suplicaran y trabajaran con él en la edificación del Reino.
"Parecía una tarea imposible -expresó el Arzobispo-: estaban cortados los puentes del diálogo y la concordia, y comenzaba una ola de fuertes protestas callejeras, enfrentadas con temor y dura represión".
Agregó que don Juan Francisco sufría profundamente por la amenaza que representaba la situación explosiva que anunciaba más violencia, y por la aflicción extrema que causaban las heridas y las muertes, tanto en su corazón como en el seno de incontables familias. "Nunca lo dejó indiferente el dolor de su patria y de cada uno de sus hijos", sostuvo.
"Se estremeció su corazón con la muerte del P. André Jarlán, quien cayó víctima de una bala, que probablemente nadie le dirigía, mientras rezaba con la Biblia abierta entre sus manos. Fue en una de esas ocasiones en que exclamó con voz fuerte una sentencia que más tarde el Papa haría suya: "Chile tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento". Palabras proféticas, sentencia de sabiduría capaz de purificar el alma de Chile en medio de tanto lodo y confrontación", expresó el Arzobispo.
Más adelante, destacó cómo Mons. Fresno se dio a la obra de escuchar uno a uno, personalmente, a los líderes de las más variadas corrientes de opinión que existían en el país, y de preguntarles qué estaban dispuestos a dar por el futuro de la Patria, y a qué estaban dispuestos a renunciar como un acto de amor que asegurara el futuro deseado.
"Grande sería la sorpresa de los mismos convocados, cuando en una reunión con todos ellos, les leyó los acuerdos que él había oído de sus labios. Así nacía el Acuerdo Nacional, reabriendo un diálogo que estaba cerrado desde antes de septiembre de 1973. Hoy es unánime el sentir de que fue un paso decisivo en la reconstrucción de una convivencia nacional profundamente herida. La iniciativa de este hijo de Chile entre nosotros, nos recuerda que Dios es el Señor de la Historia, y que nunca olvida a su pueblo", afirmó el Cardenal Errázuriz.
Añadió que todo esto lo hizo posible, corriendo muchos riesgos, sufriendo incomprensiones y humillaciones, y asumiendo graves responsabilidades, y que lo hacía como Pastor cordial, acogedor y humilde, que a la vez era director espiritual, amigo de los sacerdotes, pastor sencillo que visitaba campamentos, parroquias, hospitales y escuelas, y que se angustiaba por un enfrentamiento inquietante entre chilenos, cuyo desenlace era imposible predecir.
Por eso animó -recuerda-, y con mucho entusiasmo, otros diálogos: aquel con los sacerdotes jóvenes, a los que reunía por grupos en su casa; el de empresarios y trabajadores; el de distintas comunidades eclesiales. "En su actuar siempre prefirió la persuasión a la palabra dura, la paciencia al exabrupto, el respeto a la actitud autoritaria. Y cuando tuvo que tomar decisiones enérgicas y hasta dolorosas, lo hizo con extrema delicadeza", sostuvo.
"Pero no nos equivoquemos, los diálogos que impulsaba, las iniciativas que encargaba y los acuerdos que lograba, tenían una sola raíz y una meta: una vida de acuerdo con nuestro Padre Dios, impulsada por el Espíritu Santo e inspirada en el Evangelio de Jesús, su Maestro y Señor", puntualizó.
Al evocar la visita del mensajero de la vida y peregrino de la paz, el Papa Juan Pablo II, afirmó Mons. Errázuriz que Don Juan Francisco alentó, guió e impulsó incansablemente entre nosotros su fecunda preparación evangelizadora, y acompañó al Santo Padre con su proverbial sencillez, recibiendo de él múltiples muestras de aprecio y cercanía, particularmente el día de la beatificación de Sor Teresa de los Andes en el parque O’Higgins.
Destacó que el Card. Fresno confiaba las iniciativas a sus colaboradores – sacerdotes, laicos y religiosas – y delegaba en ellos su ejecución. Recordó, en ese sentido, que en Abril de 1989 lanzó las redes de la Nueva Evangelización, a partir de un tiempo de renovación, continuando con un largo período misionero, para culminar con el Sínodo de Santiago, que fue convocado por su sucesor, el Cardenal don Carlos Oviedo. "A ese impulso misionero se remontan muchas iniciativas para evangelizar el alma de nuestra cultura", expresó.
Finalmente, el Cardenal agradeció a Dios, nuestro Padre, por las horas en que Él se acercó a su hijo Juan Francisco, bendiciéndolo y haciendo brillar su rostro y su favor sobre él, y de corazón darle las gracias por haber abierto el oído y el corazón de tantos para acoger su mensaje.
Texto completo de la homilía
Fuente: Prensa CECH
Santiago, 17-10-2004