Los primeros novios que se casan sólo por la Iglesia en Chillán

Los primeros novios que se casan sólo por la Iglesia en Chillán

Se trata de Mario Briones Uribe y Marcela Traslaviño Sánchez, pareja chillaneja que contrajo matrimonio religioso en la Parroquia San Vicente de Paul, el sábado 20 de noviembre, y que ratificó el vínculo ante la ley civil este lunes 22, a las 09.00 horas.

Domingo 21 de Noviembre de 2004
Ahí estaban ellos, de la mano frente a Dios para dar el “sí”, con la convicción que entregan siete años de un amor que crece a cada instante, con cada mirada, con cada beso, con cada puesta de sol, con cada sueño compartido de un futuro para dos. Sin duda, el día más importante en las vidas de Mario Briones Uribe y Marcela Traslaviño Sánchez.

Por cierto, una historia que se repite por mil. Sin embargo, lo que realmente hizo especial a esta pareja chillaneja fue la decisión que tomaron... casarse sólo por la Iglesia, acogiéndose al reconocimiento del Estado a este sacramento religioso, a partir de lo que estipula el artículo 20 de la nueva Ley de Matrimonio Civil, que entró en vigencia el pasado 18 de noviembre.

El matrimonio fue celebrado el sábado 20, a las 21 horas, en la Parroquia San Vicente de Paul, por el padre Luis Flores Quintana. De esta forma, Marcela y Mario se transformaron en los primeros novios de la Diócesis de Chillán y, uno de los primeros dentro de la Iglesia Católica Chilena, que optaron por esta modalidad.

Matrimonio religioso: más que un contrato, un sacramento

Con respecto a la decisión tomada, la pareja señaló que fue una idea que pensaron bastante y que respondió al deseo de elevar su amor a una forma inquebrantable, el matrimonio por la Iglesia. “Para nosotros presentarnos ante Dios fue mucho más importante. Se trató de una prueba conciente de que nuestro amor es firme y verdadero”, indicó Marcela, de 26 años, quien trabaja en la filial Ñuble del Hogar de Cristo. Por su parte, Mario, ingeniero en administración de empresa, de 25 años, con trabajo como administrador de un supermercado, expresó que “el matrimonio religioso más que un contrato, es un sacramento, donde la pareja se presenta sin máscaras ante el Padre, quien nos conoce más que nosotros mismos. Eso es más importante que firmar un papel que el día de mañana se puede deshacer con la ayuda de un abogado. El matrimonio civil se puede disolver así de fácil, algo que no se compara al compromiso de fe, respeto y honor que nosotros hicimos para toda la vida ante Dios”.

El reconocimiento del Estado al matrimonio religioso es una gran oportunidad que entrega la nueva ley a las parejas cristianas, manifestaron, pues es un signo de amor en conciencia para toda la vida. Al respecto, Mario es categórico: “cuando uno se casa, lo hace pensando en amar a su pareja hasta que la muerte los separe, pueden haber circunstancias que no lo permitan así, pero el divorcio es un camino fácil. Con la nueva ley, si yo me presento primero ante Dios, no doy pie atrás, a Él no se le puede engañar”.

Sin embargo, como toda nueva ley, en su inicio la aplicación no es fácil y existe mucha desinformación, expresó Marcela. “Al comienzo estábamos desorientados, pues no basta con leer los artículos, sino que se requiere de una explicación en un sentido práctico”.

El último paso que resta para el reconocimiento civil del matrimonio entre Mario y Marcela es la ratificación e inscripción del vínculo en las oficinas del Registro Civil de Chillán, que se llevará a cabo este lunes 22 de noviembre, a las 09.00 horas. Para la pareja de esposos esto no es más que un mero trámite, porque lo medular e importante ya se hizo. Sin embargo, manifestaron su disconformidad con esta parte del proceso: “pensamos que si la celebración del matrimonio es ante un ministro de Dios (sacerdote o diácono), que es una persona preparada y conciente, se le debería reconocer como ministro de fe ante el Estado. No vemos un sentido práctico a la ratificación civil, que podría hacerse de una forma interna”.


Marcela y Mario, una historia de tres

La historia de esta pareja puede ser parecida a la de muchos. Se conocieron hace 12 años, cuando ambos cursaban su enseñanza media en el Instituto Superior de Comercio de Chillán. Sin embargo, la relación no pasó más allá de compañeros de curso. El tiempo se encargó de separarlos y no fue hasta que se reencontraron en la universidad, cuando Cupido flechó sus corazones. Desde entonces, y a la fecha, siete años.

Lo que le otorga una identidad propia a este vínculo, coinciden, es la especial presencia de Dios, el tercero en esta relación. “Estamos juntos por Él, pues nos guió hasta que nuestros caminos se unieran y, desde entonces, siempre ha estado con nosotros. Hoy lo sentimos fundamental y el soporte de nuestra relación”, nos contó Marcela.

Si bien, en el amor no hay recetas, en este caso están concientes de algunos factores que les ha permitido construir la base de un amor sólido e inquebrantable. “Muchas veces la gente te pregunta como has conservado la relación por tanto tiempo, sin aburrirse o dejarse arrastrar por la rutina. Para nosotros, el tema ha pasado por irse conociendo cada día, aceptando y aprendiendo las cosas nuevas del otro. Hemos tenido la gracia de vivir la tolerancia, la paciencia. Ahí está el punto de equilibrio que hemos alcanzado”, manifestó Marcela.

Otro factor ha sido la buena relación con las familias que se desprenden de cada uno. Al respecto, Mario se muestra satisfecho y agradecido de la buena convivencia que ha conseguido con el núcleo de su pareja: “mi suegro es un amigo más y podría ser uno de mis mejores amigos. Tengo una exquisita relación con todos. Por eso, me siento agradecido del apoyo que ellos me han dado”. Por su parte, Marcela argumentó que se trata de familias muy distintas entre sí, pero que se han complementado. “Gracias a ello, también nosotros hemos crecido como pareja. Siempre los hemos considerado como un ejemplo a seguir”.

El matrimonio, como suele ocurrir, fue un tema cuya decisión requirió ir quemando etapas. “Cuando se van superando las pruebas que se le presentan a una pareja, y se siente la certeza del amor, recién se comienza a considerar la posibilidad. En nuestro caso, lo conversamos cuando aún estábamos en la universidad, pero era complicado dar el paso por una cuestión práctica, la independencia económica de nuestras familias. Luego, ya estabilizados en la parte laboral, nos embarcamos”, señaló Mario.

Con respecto a los desafíos de esta nueva vida, unidos como marido y mujer hasta que la muerte los separe, se mostraron con mucha ilusión y con una abierta disposición a estar siempre juntos en las buenas y en las malas. “La convivencia en el matrimonio es complicada, porque se trata de dos personas diferentes, con caracteres distintos. Muchas veces se pueden producir confrontaciones, pero esto es algo que se puede sobrellevar con dos cosas fundamentales: primero, el amor y el respeto mutuo; y segundo, la tolerancia frente a las diferencias con el otro”, concluyeron.

Fuente: Comunicaciones Chillán
Chillán, 21-11-2004