"Pescador de Hombres", imagen de vocación-misión en Mc.1, 16-20
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"Pescador de Hombres", imagen de vocación-misión en Mc.1, 16-20

Fecha: Miércoles 01 de Enero de 2003
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Santiago Silva Retamales

A modo de prólogo…

El presente artículo es un estudio de interpretación bíblica. Por tanto, su objetivo es ofrecer de modo sistemático aquellos datos bíblicos que nos permitan hacernos una idea clara de la imagen “pescador de hombres”, una de las varias metáforas de vocación y misión en boca de Jesús.
En este año 2003, año de las vocaciones en nuestra Iglesia en Chile, estos datos pueden servir de base para animar y preparar reflexiones y fichas a fin de acompañar a jóvenes en su discernimiento vocacional y en su respuesta al Señor.
La imagen “pescador de hombres” se completará con otras dos: “pastor” y “jornalero”, objetos también de otros artículos con el mismo carácter de interpretación bíblica.
Que esta imagen de “pescador de hombres” nos permita perfilar mejor nuestra propia elección y tarea de discípulos de Jesús y nos ayude reflexionar y orar por las vocaciones de especial consagración de nuestra Iglesia que peregrina en Chile.

1)- “Pescador de hombres” como imagen o metáfora

La expresión «pescador de hombres» (halieús anthõpõn) se encuentra idéntica en Marcos (1,17) y Mateo (4,19) y diferente en san Lucas (5,10: «Desde ahora hombres serán los que atraparás»). En los tres casos, sin embargo, está unido a un contexto marítimo: mar de Galilea, barcas, pescadores, redes y pescados. En los evangelios de Marcos y Mateo, la expresión se relaciona con la función de pescar, es decir, con la acción de echar las redes al mar para capturar pescados; en Lucas -en cambio- con el fracaso de una noche de pesca: Simón y sus compañeros han echado las redes durante toda la noche y no han pescado nada (Lc 5,4). El relato de Lucas es más extenso, pues el autor trae la expresión en el contexto de la narración de una pesca milagrosa.
Además de los Sinópticos, la imagen se encuentra en una colección de dichos de Jesús, de carácter gnóstico, llamada Evangelio de Tomás (n° 8), escrita hacia mediados del siglo II dC. en Siria oriental: «*».
“Pescador de hombres” es en boca de Jesús una imagen o símil literario. Una imagen es una comparación de carácter analógico y metafórico entre elementos reales y elementos imaginarios cuya finalidad es describir -en este caso- la misión de los discípulos de Jesús. Jesús construye la imagen cuando a partir de una labor perfectamente conocida en su contexto socio-cultural, compara el oficio de “pescar peces” de unos hombres (elemento real) con el oficio que tendrán esos mismos hombres en cuanto discípulos de Jesús: “pescar hombres” (elemento imaginario).
El estudio de esta imagen bíblica tiene que tener en cuenta el oficio de pescador en tiempos de Jesús. Además, como con dicha expresión Jesús busca caracterizar su misión que se entiende a partir del AT (cfr. Lc 24,27), deberá también tenerse en cuenta la tradición bíblica veterotestamentaria referida a la “pesca” y al “mesías”.

2)- “Pescador”, un oficio muy antiguo en Israel

La pesca es un oficio muy antiguo en Israel. Los pescados junto con el pan, los frutos de la tierra y los productos de la leche eran la base del alimento diario en oriente medio en tiempos de Jesús (Mt 7,10; 14,17). En el siglo I dC. había una creciente demanda de pescado como artículo de lujo lo que suscitó diversos sistemas de comercialización. Por lo mismo, se formaban corporaciones de patronos y jornaleros y, para optimizar la pesca y las ganancias, se asociaban distintas corporaciones (Mc 1,20; Lc 5,7: métojos: “socio, partícipe”). Los pescados se vendían frescos a los habitantes de la casa real, a familias adineradas o grandes terratenientes, pero generalmente se secaban y comercializaban entre los modestos ciudadanos de aldeas y pueblos de Israel.
Los pescadores eran numerosos tanto en el lago de Galilea como en el mar Mediterráneo; sin embargo, eran muy pocos los judíos que pescaban en el Mediterráneo. La pesca se concentraba en el río Jordán y en el lago de Galilea donde sacaban lucios, percas, carpas… Los productos del mar sin aletas o escamas (anguilas, mariscos…) estaban prohibidos por la Ley (Lv 11,9-12).
Se empleaban barcas para 6 a 8 hombres.
Se pescaba con caña, lienzo, anzuelo (Mt 17,27) y redes. La red de pesca (Mc 1,18.19: díktuon) podía ser individual (sagene), para pescar en la orilla, o para pescar desde una barca entre varios y en aguas profundas. La red individual era para 1 ó 2 pescadores, y era una pequeña red barredera que se empleaba en las orillas del lago; la red grande (amfiblestron), de unos 500 mt. de largo por 3 mt. de ancho, se usaba en aguas profundas y estaba provista de pesos en los bordes para el arrastre de los peces. Para pescar de noche se encendían faroles (Lc 5,5; Jn 21,3).

3)- Mc 1,16-20 como relato de vocación

Nuestro texto de Mc 1,16-20 se halla inmediatamente después de iniciado el ministerio público de Jesús en la Galilea (cfr. Mc 1,14-15).
La perspectiva del relato es la de los pescadores que ven pasar a Jesús, es decir, se trata de la narración de un testimonio. El tema es la elección por parte de Jesús de dos pares de hermanos, Simón y Andrés (Mc 1,16-18), Santiago y Juan (1,19-20), para encomendarles la misión de “pescadores de hombres”.
El texto se organiza en dos partes literariamente paralelas: a)- Mc 1,16-18, y b)- Mc 1,19-20. El género literario de ambas partes es el mismo: dos pequeños relatos de vocación-misión. Cada uno transcurre en tres momentos con un idéntico resultado:

a- Jesús se revela y manifiesta su voluntad en la cotidianidad del oficio de pescador de dos pares de hermanos (teofanía divina);

b- Los elige (vocación) y los invita a continuar su tarea (misión), y

c- Ellos sin titubeos lo siguen, abandonando no sólo sus instrumentos de trabajo (barcas y redes), sino también su familia (respuesta generosa).

Resultado: «Y fueron tras él» (Mc 1,20).

Uno de los trasfondos bíblicos de estos relatos de vocación es el llamado de Elías a Eliseo (1 Re 19,19-21) donde también se dan los tres momentos:

a- Eliseo es un agricultor que está arando su campo, pues es su oficio;

b- En la elección no hay palabras, sino sólo un gesto: Elías echa su manto encima de Eliseo, indicando así un “derecho de propiedad”; Eliseo deberá continuar el oficio profético de Elías, y

c- La respuesta del elegido es generosa: sacrifica los bueyes con la madera del yugo.

Resultado: «Se fue tras Elías y se puso a su servicio» (1 Re 19,21).

En virtud del resultado aparece teológicamente claro que la elección por parte de Jesús genera un nuevo estado de vida llamado discipulado que exige el consciente abandono del oficio propio (barcas y redes) y de lo más propio (padres y familia), para “irse tras quien llama”. Luego de un tiempo de instrucción, el discípulo se incorpora a la misma misión de quien los invitó a seguirlo. Para describir la misión que su discípulo asumirá, Jesús emplea imágenes como “pescador de hombres”.
El discipulado o seguimiento genera un proceso creciente de comunión con el Señor y de imitación cuyos componentes son -al menos- tres: a)- Vocación o elección; b)- Formación o instrucción, y c)- Misión o encargo.
Estos componentes no pueden concebirse como elementos disgregados, sino como un todo, donde uno exige el otro y sólo la presencia de los tres dan razón de ser a un discípulo del Resucitado.
A la luz de lo dicho, el tema central de los dos relatos de vocación que nos ocupan (Mc 1,16-18 y 1,19-20) es el discipulado: Jesús llama a algunos a seguirlo y a estar con él para extender su misión salvífica. Lo llamativo es que este discipulado se genera y comprende a partir de gente que conoce a la perfección su propio oficio, en este caso, el de pescador. El llamado y la pedagogía de Jesús transforman el oficio propio del elegido en un signo de cómo servir al Reino que el Mesías anuncia e inaugura (1,15). Si para sus familias y sociedad este par de hermanos son “pescadores de peces”, Jesús los hace ahora sus discípulos para que “pesquen hombres” para el Reino (1,17).
El simbolismo es profundo.
Por un lado, Jesús le exige al que quiera ser su discípulo el abandono de todo lo anterior, sin componendas que al final desvirtuen la entrega generosa a la misión (Lc 9,57-62; Mc 8,34-38). Por otro, Jesús recurre a gente que ya está más o menos exitosamente empeñada en la sustentación de la familia, con un proyecto de vida afianzado. No se sigue a Jesús porque se ha fracasado en otros proyectos y tareas.
El auténtico discípulo es quien continuamente está abandonando sus proyectos para poner su vida en la voluntad de Jesús hasta que logra que los encargos del Padre a su Hijo primogénito sean los propios; este “paso” o “pascua” no se vive sin quiebres y abandonos radicales, entre otras razones, porque el discípulo sabe que también le podría ir humanamente muy bien siguiendo sus propios asuntos.

4)- La pesca como metáfora en el AT

La expresión “pescar hombres” no es original en el NT.
Se encuentra en la literatura griega, por ejemplo en ARISTIPO quien afirma que así como los pescadores debían esforzarse y meterse en el agua para conseguir el producto del mar así también él debía esforzarse enormemente «para pescar un hombre».
En la literatura profética del AT, la “pesca” como metáfora aparece en oráculos de condenación. Se alude a ella para anunciar la guerra contra Israel, el sitio de sus ciudades y su conquista por parte de potentes imperios enemigos enviados por Dios. Un oráculo típico al respecto se halla en Jeremías: «Yo mandaré muchos pescadores, oráculos del Señor, que los pescarán; después mandaré muchos cazadores que los cazarán por las montañas y los cerros y hasta en las grietas de las rocas. Porque yo vigilo su conducta y la conozco; su maldad está siempre presente ante mí» (Jr 16,16-17; cfr. Am 4,2; Jr 16,16; Ez 12,13; 29,4-5; Hab 1,14-17 y 1 QHab 6,1-12).
Pescar es una acción violenta de conquista, pues consiste en sacar al pez del agua (su medio natural) para hacerlo morir, aprovechándolo como alimento. De ésto se nutre la metáfora de la pesca en los oráculos de condenación: los pescadores o enemigos que Dios envíe contra Israel a causa de sus pecados, los pescarán o sacarán a los israelitas de sus casas y de sus escondites y los conducirán a lugares que no conocen, donde servirán a sus opresores, para luego morir lejos de la tierra de la promesa.
La imagen apunta a la descripción de guerreros violentos y victoriosos cuyas armas de combates -como los anzuelos y redes del pescador o lazos y trampas del cazador (cfr. Ecles 9,12)- conquistan su presa para aprovecharse de ella, cambiándole radicalmente su destino.
Sin embargo, aunque son varios los oráculos proféticos que utilizan la metafóra de la pesca con significado negativo, hay un texto donde la pesca no tiene esta connotación negativa de violenta conquista militar.
Según la visión de Ezequiel (Ez 47,1-12), después que la gloria de Yahveh replete el templo, un torrente purísimo y abundante de agua saldrá de él y «por donde el torrente pase todo ser viviente que en él se mueva vivirá» (47,9). El agua del templo renovará, pues, la vida vegetal y saneará incluso las aguas del Mar Muerto al punto que «a sus orillas vendrán los pescadores y desde Engadi hasta Engalín será un lugar donde se tienden las redes. Sus peces serán tan numerosos como los del mar Mediterráneo» (47,10). Gracias a la pureza y vitalidad de las aguas que manan del templo, se transformarán las orillas del mar Muerto en lugar privilegiado de peces y de árboles que darán toda clase de frutos e incluso su follaje servirá de medicamento (47,12).
Desde esta visión paridisiaca del profeta Ezequiel debe interpretarse nuestro texto.

5)- La pesca como metáfora en la intención de Jesús

5.1- La pesca en la intención de Jesús

La expresión metafórica “pescador de hombres” en la intención de Jesús tiene -sin duda- sentido positivo. Jesús no viene a oprimir, sino a proclamar la buena nueva del «año de gracia del Señor»: «El espíritu del Selor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos… Y Jesús les dijo: “Hoy se ha cumpido ante ustedes esta profecía”» (Lc 4,18-19.21). Porque el Reino de Dios está llegando, Jesús elige a discípulos para enviarlos a “pescar hombres” para el Reino de vida de su Padre misericordioso que él inaugura (Mc 1,16-20).
Según el significado de la pesca como metáfora en el AT y su sentido positivo en la intención de Jesús, “pescar hombres” (Mc 1,17) indica la misión del discípulo de sacarlos del “mar” o de las aguas caudalosas de la muerte (Sal 18,17; 144,7), lugar propio de monstruos, espíritus impuros y demonios en la mentalidad semita, para hacerlos partícipes de la vida del Reino y de la libertad de los hijos de Dios. En vocabulario paulino, “pescar hombres” es desatarlos de los lazos del Diablo (2 Tim 2,26) o arrancarlos -por mandato del Padre- del poder de las tinieblas para hacerlos partícipes del «reino de su Hijo amado de quien nos viene la liberación y el perdón de los pecados» (Col 1,13-14). “Pescar hombres” es la tarea propia de la Iglesia: evangelizar proponiendo a Jesucristo como vida y liberación integral.
¿De qué “aguas” hay que pescar a los hombres? Como la misión de Jesús consiste también en llevar a la plenitud de su cumplimiento la sana tradición mosaica y provocar un corte radical con la falsa interpretación farisea de la Ley y sus tradiciones, “pescar hombres” es sacar al pueblo de Dios de esta agua y de esta vida que en realidad lo oprime y hace morir para hacerlo «discípulo del Reino de los cielos» (Mt 13,52). “Pescar hombres” es liberarlos de las prácticas y concepciones judaicas de la Ley y del mesías, para sumergirlos en el agua viva, fecundada por el Espíritu del Señor (Mc 1,8).
La misión de “pescar hombres” es universal. Mientras los dirigentes de Israel entienden su misión como “pescar” gentiles para hacerlos “judíos prosélitos” (Mt 23,15), el discípulo de Jesús “pesca” israelitas y gentiles para liberarlos de una religión que oprime (Lc 11,46.52). La misión, pues, no es tan sólo pescar a los “hijos de Israel”, sino a todos “hombres” (Mc 1,17; Mt 8,11-12; 21,43).
Jesús transforma la finalidad de la metáfora de la pesca de textos del AT (Jr 16,16 por ejemplo) dándole un significado salvífico: si “pescar hombres” era realizar acciones de opresión y muerte, castigo divino por la rebeldía y el pecado de Israel, en el NT “pescar hombres” es realizar acciones de liberación y vida como buena nueva de la salvación que el Padre inaugura por su Hijo unigénito y anima por su Espíritu de santidad.

5.2- La pesca en la intención de los discípulos

Si la intención de Jesús es clara, ¿comprendieron Simón y Andrés, Santiago y Juan lo Jesús les proponía?, ¿qué entendieron al escuchar aquello de “pescar hombres”: una conquista militar de israelitas y gentiles capitaneados por el mesías Jesús (cfr. Jr 16,16) o una buena nueva de salvación que libera del mal para el Reino de la gracia (cfr. Ez 47,1-12 y Mt 13,47-50)?
El evangelista Marcos se encarga de testimoniar la frecuente falta de comprensión por parte de los discípulos de Jesús ante sus enseñanzas o frente al sentido profundo de su obra (Mc 8,32-33; 9,32; 10,32.38). Su lectura de los dichos y hechos de Jesús está imbuida por la concepción de un mesianismo nacionalista, bastante común -por lo demás- entre los contemporáneos de Jesús que los lleva a hacer una y otra vez la pregunta que flotaba entre los discípulos antes de Pentecostés: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» (Hech 1,6; cfr. Lc 24,21).
Por tanto, es probable que la comprensión de la imagen “pescar hombres” de este par de hermanos haya sido equivocada, pensando “la pesca” como conquista violenta de judíos impíos y de todos los gentiles para integrarlos de una vez por todas al reino de Israel (cfr. Mt 23,15). La falsa comprensión de algunas profecías mesiánicas del AT (como Zac 14,12-21) fácilmente pudo llevarlos a la lectura equivocada de la expresión “pescar hombres” y la interpretan como acciones tendientes a liberar a Israel y a edificar un reino terreno, mera sustitución del imperio romano, sólo que ahora Jesús y los suyos son los dominadores. Esta concepción explica el ansia por los puestos de poder y honor (Mc 10,37).

6)- “Ir tras él” para “pescar hombres”: discipulado y misión

La condición para “pescar hombres” es el discipulado, el seguimiento del Señor, expresado en la orden «vengan tras de mí» (Mc 1,17: deute opísõ mou; cfr. 1,20). La razón del mandato es preparar a los suyos («los haré ser…»: poiesõ humas genésthai) para el oficio de “pescadores de hombres” (halieis anthõpõn).
Evangeliza de verdad quien vive en contacto fecundo y permanente con la Buena Noticia, es decir, con Jesús, Hijo de Dios y Mesías (Mc 1,1). Sin seguimiento no hay formación ni conversión, y sin éstos no hay imitación ni misión. La invitación de Jesús a seguirlo («Vengan tras de mí») es siempre para la misión, es decir, para realizar un oficio -el de «pescador de hombres»- al servicio del Reino de Dios.
Este oficio fue expresado por los misioneros cristianos con el vocabulario del pescador: mientras “pesca”, “pez” y “red”, desde fines del siglo II dC., pasó a ser metáfora del bautismo (TERTULIANO), “pescador” pasó a decirse de Jesús (CLEMENTE DE ALEJANDRÍA).
Evangelizar era, por tanto, predicar la fe y animar la conversión de modo de conseguir «una gran cantidad de peces» (Lc 5,6; Jn 21,6) por parte de los “pescadores de hombres”, título que identificaba mejor que ninguno al apóstol o misionero de las primeras generaciones de cristianos (Mt 13,47-48). Por lo demás, el término “pez” en griego fué uno de los símbolos preferidos para identificar a la comunidad de Jesús (ichthús: acróstico que corresponde en castellano a “Jesucristo, hijo de Dios, salvador”).

7)- Conclusión

“Pescar hombres” caracteriza la misión de Jesús que él extiende y encomienda a quienes elige para que lo sigan.
“Pescar hombres” incluye toda actividad ministerial del discípulo que con sus obras y palabras anuncia y presencializa el Reino de Dios como acontecimiento liberador que tiene su fuente en Jesús, Hijo de Dios y Mesías. Según los Sinópticos, y Marcos en particular, “pescar hombres” es rescatarlos de las ataduras de la falsa interpretación de la Ley, del templo y sus sacrificios… del Israel de la antigua alianza… que los declara pecadores pero que no los perdona, que exige pureza ritual pero que no los santifica.
“Pescar hombres” es hacerlos vivir en comunión con Jesús que sí perdona y santifica, porque es teofanía del Padre y de su Reino. “Pescar hombres” es hacer discípulos del Señor.
Jesús no justifica el discipulado recurriendo a la autoridad de Dios como Elías respecto a Eliseo, o los profetas del AT y los rabinos del NT, sino sólo en virtud de su condición de Hijo y Mesías que refrenda con palabras de autoridad (Mc 1,21-22) y con acciones milagrosas (1,27-28).
Mientras el discípulo del rabino aprende la Tôrãh y sus disquisiciones, el de Jesús por sus enseñanzas y obras aprehende su misterio y destino, que el Espíritu derramado en pentecostés hará fecundos. Mientras el discípulo del rabino aprende a querer a Yahveh practicando la Ley, el de Jesús aprende a amar al Padre imitando a su Hijo primogénito hecho hombre, y accede a Él por la comunión con su Señor resucitado, Buena Nueva de Dios (Mc 1,1; Jn 20,31).
La pesca escatológica (el discipulado) está en marcha y pasa por el servicio de los pescadores cristianos y la disponibilidad de hombres y mujeres al don de la conversión y la fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios (Mc 1,1; cfr. Mt 13,47-50).
El par de hermanos de los relatos vocacionales de Mc 1,16-20 son modelos eclesiales para todos los hombres y mujeres que consumen su vida en la pesca escatológica, es decir, en las faenas de hacer discípulos del Reino.

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