La Vigilia de Armas se basa en la Época Medieval, en la cual los jóvenes antes de ser armados caballeros, pasaban una noche en vela frente a las armas y arreos que iban a ser los distintivos de su clase. Esa noche, el futuro caballero meditaba sobre los deberes de su nuevo rango ante Dios que los miraba desde el altar. Esta costumbre, se ha adoptado desde hace años en todas las unidades del Ejército Chileno y es en esta tradición, donde tiene sus orígenes el Juramento a la Bandera, pues existe un tiempo de oración y de meditación profunda del hombre frente a Dios, consigo mismo y su bandera, fiel “trapo santo” que recibirá de los labios de sus hijos, la altiva y sagrada promesa de servirla fielmente… y si fuere necesario, llegar a dar la vida por mantener incólume su flamear, en lo alto del mástil, orgullosa y serena, protegida por quienes se encuentran en vela.

El profesional y de vocación militar aparece como una persona que se debe preparar para la guerra en función de la paz. Dice el Concilio Vaticano II: “ Los que forman parte de las Fuerzas Armadas, deben considerarse como instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta función contribuyen realmente a estabilizar la paz”

En su homilía, Mons. Tomislav Koljatic, destacó la vocación de servicio de quienes eligen seguir la carrera militar. Puntualizó además que, la bendición que recibirán, “más que ser para las armas es para las personas, para cada uno de ustedes jóvenes, para que el Señor, María Santísima y santa Bárbara les acompañan en este caminar”.

Fuente: Comunicaciones Linares


Linares, 10-07-2009