Homilía Te Deum 2018: "La Patria es ante todo hogar"
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Homilía Te Deum 2018: "La Patria es ante todo hogar"

Homilía en Te Deum de Fiestas Patrias Catedral de Talca, 18 de septiembre de 2018

Fecha: Martes 18 de Septiembre de 2018
Pais: Chile
Ciudad: Talca
Autor: Mons. Galo Fernández Villaseca

Quiero expresar un cálido saludo a las autoridades que han querido unirse a esta celebración de acción de gracias por la Patria.

Agradecer la participación que honra una rica tradición

Les agradezco a todos la asistencia a este acto que entrelaza la Fe, la espiritualidad, con el amor a la Patria. Esta liturgia que en la alabanza, la gratitud y la súplica reconoce al Padre del Cielo como el primer artífice de la Patria de la tierra. Se los agradezco muy especialmente en esta hora particular en que la Iglesia no aparece blanca y hermosa, como quisiéramos, sino sucia y herida por graves inconsecuencias que han dañado dolorosamente a hijos de esta tierra. Pero no es la Iglesia la que está al centro de este encuentro sino Dios y la Patria, a la que pese a nuestras contradicciones queremos servir con todo nuestro ser.

Pienso que este tiempo de conversión y purificación, con todo su dolor, conlleva también un don muy valioso. La Iglesia y sus Pastores hemos quedado impedidos de predicar con aires de arrogancia o supremacía. Tenemos la preciosa invitación a ofrecer nuestra palabra, con temor y temblor, con respeto y humildad, sin otro ánimo que contribuir a un diálogo constructivo que no busca otra cosa sino el bien de Chile, la vida plena de todos los hijos de esta tierra.

Tedeum: acción de gracias. A ti oh dios te alabamos y bendecimos

La gratitud es una expresión de profunda humanidad. Agradecer no es solo un signo de buena educación, sino también un rasgo de madurez humana y espiritual. Quien está atento para reconocer y agradecer lo bueno que recibe desarrolla la capacidad para vivir más consciente de lo que tiene que de lo que le falta. Dar las gracias no humilla a nadie, por el contrario alegra y fortalece el corazón.

Curiosamente la tendencia espontánea no es la alegre conciencia de todo lo bueno que se nos ofrece gratuita y cotidianamente. Por el contrario, con mayor facilidad nos brota la amarga memoria de lo que nos falta, de nuestros fracasos y humillaciones.
Por eso, la acción de gracias requiere una determinación interior, es preciso ejercitarse en ello. Quien cuida de hacerlo, tengo la convicción de que vive mejor, vive más alegre, tiene más capacidad para enfrentar las dificultades.

Un pueblo agradecido de su historia vive mejor

Un pueblo que alaba y bendice a Dios vive mejor; una nación que valora y reconoce lo que cada uno de los suyos regala para el bien de todos se alegra y renueva. Por ello, este encuentro litúrgico, religioso y civil a la vez, es muy sano y conveniente. Como decimos en la Liturgia Eucarística: “Darte gracias es justo y necesario, es nuestro deber y nuestra salvación”.

Nos hace bien celebrar la Patria, son muy oportunas estas fiestas en que estamos invitados a deponer el ánimo, en ocasiones, de confrontación y poner la mirada en aquello que nos une, que nos hace hijos de una misma tierra, parte de un mismo destino compartido.

Es tan sano y renovador agradecer y celebrar no solo la tierra hermosa que Dios nos ha regalado: “este campo de flores bordado, copia feliz del edén.” Si no, sobre todo esta historia compartida, este tejido humano rico y complejo que configura nuestra cultura e identidad. Nuestro ser un pueblo, una nación que asumió en la independencia el desafío de tomar el destino en sus manos. Y que desde entonces en una historia a veces controvertida y compleja ha buscado los caminos para crecer y desarrollarse.

Gratitud por el pasado no es conformarse e instalarse

Ahora bien, en este proceso de desarrollo, la acción de gracias es el modo precioso de reconocer el lugar del camino en que estamos, no para conformarnos e instalarnos, sino para animarnos en la lucha por hacer realidad la Patria que soñamos. Porque como decía San Alberto Hurtado: “La Patria es una misión a cumplir”.

Como nos señaló el Papa Francisco en enero de este año, en el mensaje en el palacio de La Moneda: “Cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. … El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad no se alcanzan de una vez para siempre, han de ser conquistados cada día”.

De ahí que corresponde siempre valorar y celebrar sin caer en la trampa de instalarnos en la autocomplacencia perdiendo la aspiración a un Chile más pleno, más justo y fraterno. Por ello, es que hoy los invito a alabar a Dios y, a compartir la gratitud de unos con otros, reconociendo en cada aspecto los dones que recibimos y que nos han permitido avanzar como pueblo, sin dejar de ver el camino que aún nos queda por recorrer.

Las bienaventuranzas

El relato del Evangelio que hemos proclamado nos señala el horizonte hacia el cual estamos convocados. Un horizonte de plenitud y gozo, de Bienaventuranza, para los más pobres, los que sufren, aquellos que en el presente experimentan carencias y exclusión. Nos señala así una óptica para nuestra acción de gracias. No es suficiente con señalar “macro indicadores” o grandes obras, sino sobre todo es preciso valorar y agradecer aquello que en concreto “ha hecho más felices a los pobres”, “ha regalado paz y consuelo a los que lloran”, “ha permitido que los pacíficos puedan caminar con tranquilidad en nuestra tierra”, “ha aliviado a los que tienen hambre y sed de justicia.” En fin, aquello que ha permitido que en nuestra patria haya espacio para vivir relaciones de amor limpio, respetuoso y fecundo.

Damos gracias Dios por la tierra que nos regaló y por quienes trabajan en ella

Esta tierra hermosa y fecunda que nos regala con tanta hermosura y variedad de frutos. Esta tierra de pastizales y extensos bosques. Esta tierra cultivada de olivos, de finas viñas y de tan generosa diversidad frutos que con el trabajo de los campesinos nos ofrecen el pan de cada día. Damos gracias por ella y por el trabajo laborioso y creativo de quienes la hacen fecunda, especialmente por los más sencillos y humildes. Que Dios les siga regalando la alegría de la cosecha y el orgullo de ganarse el pan con el sudor de su frente.

Junto a la alabanza hace falta escuchar el grito de esta tierra herida que, como señala el Papa Francisco en Laudato si “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados para expoliarla (…) Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da aliento y su agua nos vivifica y restaura” (Laudato si # 2).

Mucho nos falta aprender a respetar la tierra, a considerarla nuestra madre y nuestra hermana. No podemos continuar sobre-explotándola, contaminándola y alterando sus ciclos vitales. La falta de agua, tan grave en los sectores de la costa, no es un capricho de la naturaleza sino la consecuencia de una ruptura ecológica. Ciertamente hoy agradecemos y pedimos al Padre del Cielo no deje de regalarnos la lluvia, pero también necesitamos animarnos en una conversión profunda que impulse una cultura de respeto y amor a la naturaleza. Aprovecho de animar y felicitar la iniciativa de la comuna de Talca que apunta a constituir de ella una ciudad sustentable. Cuánto necesitamos que este proyecto involucre a todos y genere el cambio que necesitamos.

Las familias

La acción de gracias por la patria es también y, muy especialmente, una gratitud por sus familias. Chile se gesta en ellas. La Patria es ante todo hogar, un gran tejido de familias que regalan pertenencia, cobijo, fraternidad; que junto con animar a cada uno a crecer y ser los mejores no pierde la paciencia con nuestros tropiezos sino que vuelve una y otra vez a ofrecer una oportunidad. Gracias por la sabiduría y la ternura de los abuelos, el amor y la dedicación de los padres y esposos. Gracias por fortaleza de tantas mujeres, o a veces varones, que han sabido sacar adelante a sus hijos cumpliendo los roles de padre y madre a la vez. Gracias por quienes saben hacer vida lo que significa las palabras hermano/a, primo/a, hijo/a, tío/a, esposo y esposa.

Familias que hoy se sienten desafiadas por una modernidad que ha hecho más complejas sus vidas, que tantas veces las desintegra con ritmos de trabajo agobiantes, por los vaivenes de un sistema económico que en ocasiones deja sin sustento a unos, y a otros, les nubla el corazón con una sobre oferta de aspiraciones consumistas. En fin, por la intromisión de mentalidades ajenas a nuestra idiosincrasia que propugna una visión individualista de la persona humana, tan centrada en los propios derechos que termina encegueciéndonos para reconocer la dignidad del que está junto a nosotros, o todavía más grave, del que está dentro del vientre de su madre. Un modo de ser que presume de modernidad y, sin embargo, ha generado tanta soledad y tristeza.

Los migrantes

También corresponde dar las gracias por las familias que han llegado buscando en Chile un lugar para vivir con dignidad. Nuevos migrantes, porque debemos reconocer que nuestra identidad se ha construido a fuerza de varias oleadas migratorias, en otro tiempo del mundo europeo o del medio oriente. Lo nuevo es que quienes llegan en este tiempo, son vecinos, vienen sobre todo de América Latina y el Caribe. Nos sorprende y nos enriquece la capacidad para luchar y sobreponerse a las dificultades; a la pobreza y al clima, que manifiestan. Cargados de fe y de sueños. Migrantes que interpelan nuestra capacidad de acogida e integración. Con dolor somos testigos de las dificultades y los abusos que experimentan.

La democracia, las instituciones, sus funcionarios y gobernantes

En fin, damos gracias a Dios por todos los que contribuyen a hacer de Chile una nación de bienaventuranza: Donde nadie quede fuera de la mesa compartida. Donde los más pobres tengan pan, respeto y alegría. Gracias por quienes ejercen cargos de gobierno y por los funcionarios de los diversos organismos en todos los ámbitos. El control social que ejercen los medios de comunicación, y que pone al descubierto el lado sombrío, no puede hacernos perder de vista la enorme multitud de quienes ejercen su cargo, su servicio, con gran generosidad y dedicación. Un árbol que cae genera más estruendo que un bosque que crece silenciosamente. ¿Cómo no expresarles en este día un fuerte reconocimiento a quienes hacen patria sirviendo a la paz, a la justicia, al desarrollo, sirviendo muy especialmente a los más pequeños y vulnerables del país? Pensamos en quienes sirven en escuelas y hospitales; en los organismos de justicia, seguridad y orden público. En quienes contribuyen al desarrollo económico, social y cultural. En fin, a todos los que en el ámbito público y privado trabajan con dedicación y esfuerzo pensando en el bien común. En quienes ejercen su oficio en forma responsable y honesta, que no les basta con cumplir el horario establecido sino que se afanan por hacer fecundas esas horas porque valoran la tarea que les corresponde.

Pese a las limitaciones no podemos dejar de ver que Chile tiene un patrimonio riquísimo en sus instituciones. Está bien, es justo y necesario, que ellas sean exigidas y perfeccionadas, que no haya espacio en ellas para negligencias, abusos y corrupción, pero no podemos perder de vista el bien que ellas significan. Ellas son la expresión del “nosotros”, de una identidad compartida, de la posibilidad de convivir en fraternidad, con libertad y justicia. No podemos aspirar a que ellas resuelvan las dificultades que experimentamos sin la participación activa de todos y de cada uno. Y aquí me atrevo a señalar un punto determinante que precisamos trabajar. Cultivar y promover la participación activa en las tareas del bien común. Sobreponernos al espíritu individualista que tiende a ubicar al ciudadano como mero espectador, como una suerte de cliente o consumidor de los bienes sociales y no como un artífice de su propio desarrollo y el de sus hermanos.

Chile tiene una riquísima historia en este ámbito. Pero debemos estar atentos para que este espíritu de participación y colaboración social no decaiga y se renueve creativamente. Pienso en la necesaria renovación de la participación democrática, muy especialmente de los partidos políticos y de las instancias de participación comunal y vecinal. Pero también de esa sorprendente red de organismos de la sociedad civil entre las cuales hay tantas iniciativas de la Iglesia. Ellas son un tesoro tanto por lo que hacen en favor del bien común, especialmente de los más pobres, como por la participación y el desarrollo de quienes se involucran en ellas.

En estos primeros meses en la Iglesia de Talca he podido conocer y sorprenderme con este tejido de iniciativas que ponen en acción la solidaridad y la misericordia, el compromiso con la justicia y el desarrollo humano, que brotan del corazón de Jesucristo. Me ha alegrado, en esta hora que pareciera dominada por el desaliento, comprobar la perseverancia y la responsabilidad con que veo que asumen los servicios en los que están involucrados. Comedores y alimentos para los necesitados, apoyo y orientación para los migrantes, hogares de acogida para enfermos crónicos y para adultos mayores, residencias para estudiantes, programas de asistencia y desarrollo para el mundo rural, colegios y centros de educación superior, pastorales que acompañan a los presos, a los enfermos en el hospital y ofrecen asistencia a sus familias. En fin, una diversidad de obras que han surgido en el tiempo buscando responder a necesidades muy concretas y que hoy continúan aportando al bien y al desarrollo de Chile. Esta Iglesia que peregrina hacia la Patria eterna, que se sabe frágil y pecadora, no deja ni debe dejar nunca, de reconocerse como servidora de la Patria terrena.

Celebro también la profunda devoción a la Madre del Señor que descubro tan viva en estas tierras. Ella a quien hemos reconocido como Reina y Patrona de nuestra patria nos continúe alentando en la fe, en la esperanza y en el ejercicio activo de la caridad.

Dios Bendiga a Chile.

+ Galo Fernández Villaseca
Administrador Apostólico de Talca
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