Hermana Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz partió a la Casa del Padre

Hermana Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz partió a la Casa del Padre

La Misa de exequias será este sábado 2 de marzo, a las 12:30 horas en el Monasterio de Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

 
Viernes 01 de Marzo de 2024
Comunicamos el sensible fallecimiento de la Hermana Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Carmelita Descalza, quien partió a la Casa del Padre este jueves 29 de febrero, a la edad de 100 años.

De acuerdo a lo dado a conocer por la comunidad de Carmelitas Descalzas de Concepción, la Hermana Francisca está siendo velada en en el Monasterio de Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, ubicado en el kilómetro 6, camino a Santa Juana. En tanto, la Misa de exequias será el sábado 2 de marzo, a las 12:30 horas, en la capilla del monasterio.

La Hermana Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz nació el 23 de marzo de 1923. Ingresó al Carmelo de Los Andes a los 20 años de edad y tiempo después fue trasladada a Concepción, donde vivió el mayor tiempo de su vida religiosa.

Testimonio vocacional

En 2022 la Hermana Francisca escribió un hermoso testimonio vocacional, que compartimos a continuación:

“Mi nombre es Agustina Medina Muñoz. Desde que soy Carmelita Descalza me llamo hermana Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Dicen que tengo 99 años. Me cuesta creerlo. Se me ha pasado tan pronto la vida. Pero es verdad, nací el 23 de marzo de 1923. Mis padres fueron Domingo Medina y Ester Muñoz. Soy la primera de ocho hijos: Agustina (yo), Domingo, Adriana, Rafael, Manuel, Rosa, Eliana y Juanito. Mi abuelita Asunción vivió siempre con nosotros y fue parte de la familia. Fue una de las personas más importantes de mi vida. Su cariño, su piedad a la Santísima Virgen me sirvieron siempre de guía en mi vida. Sentí mucho su partida, pero me consolé con la fe en que algún día volvería a verla.

Mi familia fue muy determinante en mi vocación. Mi padre era un hombre de oración, no sólo iba a Misa, yo le veía rezar. El rezo del Rosario en familia para mí era algo cotidiano. La Santísima Virgen ocupaba un lugar privilegiado en mi familia, Ella era la dueña de casa, la Reina del hogar.

A pesar de que no nos faltaron dificultades en la vida, cuando se tiene fe, todo se vive de otra manera, incluso el sufrimiento encuentra su sentido. Todo esto lo aprendí en mi familia.

Desde pequeña tuve contacto con la espiritualidad carmelitana. Primero, a través del Padre Avertano, Carmelita Descalzo que conoció a Teresa de Los Andes. En mi casa le decíamos cariñosamente “el viejo”. Solía ir a visitarnos y almorzar en mi casa, conocía a mi mamá desde muy joven. Fue su director espiritual, como se acostumbraba a decir en ese entonces.

Y también en la lectura de “Historia de un alma” de Santa Teresa del Niño Jesús, Carmelita Descalza francesa que en mi tiempo era mundialmente conocida. Fue mi padre que, viendo mi afición a la lectura (que era mucha), me dio a leerla en francés. Fue leyendo a Teresita que aprendí el idioma que hasta hoy puedo leer y hablar. Y fue bajo el influjo de sus escritos que me sentí impulsada a entrar en el Carmelo.

Pero antes de ingresar al Monasterio, tuve que dejar algunas cosas que eran muy significativas para mí. Una de mis grandes pasiones fue la música. Aprendí a tocar el violín. Mi violín era uno de mis grandes amores, alegraba a mis hermanos tocando este instrumento con diversas melodías. En ese tiempo era impensable llevarlo al Monasterio. Me fue difícil dejarlo, pero el amor a Jesús fue más fuerte.

También tuve algunos pretendientes, pero el amor que sentía por Jesús me impulsaba hacia Él con mucha fuerza.

Entré en el Carmelo de Los Andes a los 20 años. Después de algunos años allí, y por diversas circunstancias, me trasladé al Monasterio de Concepción donde he vivido el mayor tiempo de mi vida religiosa. Todo ha sido historia de salvación en mi vida. Me siento feliz de ser Carmelita. A mis 99 años puedo decir que he sido feliz en mi vida consagrada.

En la vida religiosa tampoco me han faltado dificultades, pero vale la pena vivir la vida entregada a Dios. El deseo más grande de mi corazón ha sido la unión con Jesús, ser Luz con Él. Y deseo mucho verlo pronto.

La Santísima Virgen es alguien muy importante en mi vida. Con los años se transformó en mi verdadera Madre, la llamo desde hace mucho tiempo “Mamita Virgen”. En ella encuentro todo. Los invito a hacer la prueba de invocarla como Madre”.

Fuente: Comunicaciones Concepción
Concepción, 01-03-2024
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