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Comentarios del Evangelio Dominical


Domingo 05 de Septiembre de 2021

Mc 7,31-37
Por un solo hombre, Jesucristo, fue restituida la vida

Durante su vida pública, Jesús hizo un solo viaje fuera del territorio de Israel traspasando su límite norte. Marcos lo introduce vagamente: «Levantandose, partió de allí hacia la región de Tiro» (Mc 7,24). Mientras se encontraba allí, cediendo a los ruegos de una mujer definida como «sirofenicia», liberó a su hija de la posesión de un espíritu inmundo (cf. Mc 7,24-30). Es extraño que, en el viaje de regreso a Galilea, Marcos se muestre particularmente interesado en la geografía, como se lee en el comienzo del Evangelio de este Domingo XXIII del tiempo ordinario.

«Saliendo de nuevo de la región de Tiro, Jesús vino, a través de Sidón, hacia el mar de Galilea, atravesando la región de la Decápolis». Si ya es extraño que el evangelista sea tan detallado, más extraño aun es lo complicado del itinerario. En efecto, si Tiro está al norte de la Galilea sobre el mar Mediterráneo, Sidón está más al norte sobre el mismo mar. Difícilmente, se puede, entonces, ir desde Tiro hacia Galilea –hacia el sur– pasando por Sidón. Por otro lado, tampoco es necesario atravesar la Decápolis para ir desde allá al mar de Galilea, a menos que se haga un largo rodeo. Mateo, que sigue a Marcos en estos desplazamientos, omite del todo este itinerario; y Lucas, a pesar de su interés en los episodios que involucran a mujeres –en este caso a la sirofenicia–, omite todo el viaje de Jesús hacia el norte fuera de Israel. No podemos suponer que Marcos, que es judío, ignore en forma tan evidente la geografía. Es más probable que tenga otra intención. Marcos escribió su Evangelio en Roma, recogiendo la predicación de Pedro, y sus destinatarios no conocían mucho la Palestina y sus alrededores. Al predicador le interesaba destacar que Jesús recorrió más regiones fuera de Israel: Tiro, Sidón y la Decápolis (diez ciudades de cultura helenística). De esta manera, quiere subrayar la universalidad de Jesús. Por otro lado, Marcos no incluye la sentencia de Jesús: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 15,24), que leemos en Mateo, como explicación a su reticencia en escuchar los ruegos de la mujer «cananea».

«Le traen un sordo e impedido para hablar y le ruegan que imponga la mano sobre él». También la descripción de este enfermo es confusa. Si es sordo de nacimiento, entonces es mudo del todo y no tiene sólo una traba para hablar. La descripción de su mudez está elegida a propósito para demostrar que Jesús es quien cumple las profecías. En la primera lectura de este domingo leemos en Isaías (versión griega de los LXX): «¡No teman… He aquí el Dios de ustedes… Él mismo vendrá y los salvará! Entonces… los oídos del sordo se abrirán y la lengua del mudo cantará…» (Is 35,4.5.6). La palabra griega, «moguílalos», que describe aquí la mudez, es una palabra rara, que aparece sólo aquí en todo el Antiguo Testamento griego. Es la misma que usa Marcos para describir la mudez del hombre que le traen a Jesús para que le imponga la mano. El evangelista quiere hacer concordar ambos textos, como hace nuestra Liturgia de la Palabra.

En lugar de imponerle la mano, que era su gesto habitual para sanar los enfermos, Jesús hace otros gestos, que hacen aparecer la sanación como más difícil: «Le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua». Así traduce la Biblia de Jerusalén y también nuestro Leccionario, porque no comprenden la idea. El gesto de Jesús es doble, un gesto para cada curación. Respecto del oído del sordo, Jesús hizo el gesto de abrirlos: «Le metió sus dedos en los oídos de él»; y respecto de la mudez, hizo el gesto de liberarse de una traba que impide a la lengua hablar bien: «Escupiendo, le tocó la lengua», como invitandolo a hacer lo mismo. ¡No se menciona la saliva! Lo que hace Jesús es acomodarse al modo de comunicación de un sordo, es decir, adopta el lenguaje de los gestos. Esos gestos están explicados por la palabra que los acompaña, que el evangelista nos transmite en la lengua misma en que fue proferida: «Effathá». Y la traduce: «Abrete». Fueron gestos y palabra eficaz: «Al instante, se le abrieron los oídos y se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente». ¡En Jesús se cumple lo anunciado: «Aquí está el Dios de ustedes… los oídos del sordo se abrirán… le lengua del mudo cantará»!

Los presentes formularon una importante conclusión: «Se maravillaron sobremanera diciendo: “Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos”». Imposible no relacionarlo con el relato bien conocido por los lectores de Marcos sobre la creación. El evangelista usa a propósito el adjetivo griego «kalós», el mismo que se repite como un estribillo en el relato de la creación en su versión griega: «Vio Dios que estaba bien (kalón)» (Gen 1,10.12.18.21.25). La conclusión de toda la creación que tiene al ser humano como la obra suprema es esta: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien» (Gen 1,31). Dios lo hizo todo bien y Jesús restituyó todo a la bondad original. La muerte y todos los males, incluidas la sordera y mudez, entraron en el mundo por el pecado: «Por el pecado entró la muerte en el mundo» (Rom 5,12). Pero, por la misericordia de Dios, se concedió al ser humano la salvación, prometida desde el primer momento: «Por un solo hombre, Jesucristo, se alcanza la justificación que da la vida» (cf. Rom 5,17-18).

Podemos agregar que el Evangelio de hoy es una catequesis sobre el modo como se nos concede hoy la salvación. La salvación se concede por medio de los Sacramentos y éstos son signos –gesto acompañado de una Palabra–, que realizan lo que significan. El Bautismo significa muerte al pecado y resurrección a la vida divina y realiza ese efecto; la Confirmación significa la efusión del Espíritu Santo en el corazón de quien la recibe y lo realiza; la Eucaristía significa el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo dados en alimento de vida eterna y realiza ese efecto en quien la recibe.

Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de los Ángeles