Iglesia.cl - Conferencia Episcopal de Chile

Comentarios del Evangelio Dominical


Domingo 04 de Febrero de 2024

Mc 1,29-39
Jesús se fue a un lugar solitario y allí oraba

El domingo pasado el Evangelio, tomado de Marcos, nos relataba el comienzo de la actividad docente de Jesús y su primer exorcismo un sábado en la sinagoga de Cafarnaúm, donde Él había acudido con sus primeros cuatro seguidores. El Evangelio de este Domingo V del tiempo ordinario nos refiere su primera curación, ocurrida ese mismo día.

«E inmediatamente, saliendo de la sinagoga, fue a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan». Sabemos que Simón y Andrés son hermanos y que ellos son cercanos al otro par de hermanos, Santiago y Juan. En efecto, son compañeros de labores −pescadores del mismo lago−, fueron discípulos de Juan Bautista y ahora son los primeros discípulos de Jesús. Algunos manuscritos describen la acción con el verbo en plural en el cual se incluyen como sujeto Jesús y sus discípulos: «Saliendo (ellos) de la sinagoga, fueron…». Siendo esta la lectura más difícil, según las reglas de la crítica textual, debería preferirse como más original. En efecto, la tendencia sucesiva fue usar los verbos en singular para no incluir a otros junto con Jesús, quedando como sujeto de la acción sólo Él: «Fue a la casa de Simón y Andrés…». La mayoría de las versiones optan por el verbo en singular reservando la acción a Jesús. Pero el prestigioso «Novum Testamentum Graece» de Nestle-Aland, Edición N. 28, opta por el plural.

En esa casa de Simón y Andrés hay una sola mujer: «La suegra de Simón yacía con fiebre; e inmediatamente le hablan de ella». Se trata de una alta temperatura, que le impide levantarse. El verbo griego usado para describir su situación procede del sustantivo griego «pyr» = fuego (estaba en fuego). Jesús tiene la iniciativa de la acción: «Y acercandose, la levantó tomandola de la mano. La fiebre (pyretós) la dejó y ella se puso a servirlos».

Es interesante observar cómo transmiten este mismo episodio Mateo y Lucas en sus respectivos Evangelios. Ellos lo conocen por el mismo texto de Marcos, que hemos leído nosotros. Pero modifican la acción de Jesús para suprimir la idea de que Él haya hecho algún esfuerzo. El verbo usado por Marcos, «tomandola», es el verbo «krateo», que proviene de «kratos», fuerza. Jesús, por tanto, hizo fuerza para levantarla, «la levantó». Mateo dice: «Le tocó la mano y la fiebre la dejó» (Mt 8,15) y Lucas dice: «Conjuró a la fiebre y la dejó» (Lc 4,39). La versión de Marcos es preciosa, porque destaca más la encarnación de Jesús −es verdadero hombre, sin dejar de ser verdadero Dios−; pero las otras dos, también son preciosas, porque destacan su majestad como Señor y Dios, que no necesita hacer algún esfuerzo.

Conviene observar también el uso del verbo: «levantar», porque es el que suele usarse para expresar la resurrección de Jesús mismo. Este verbo griego (egheiro) puede ser transitivo y así se usa en este relato de Marcos: «Jesús levantó a la suegra de Simón»; y puede ser intransitivo (la acción permanece en el sujeto) como lo usa Mateo: «La fiebre la dejó y ella se levantó». Lucas usa un verbo distinto, que también se usa para expresar la resurrección de Jesús: «Levantada (anastasa), los servía». Usado para expresar la resurrección de Jesús, el verbo «egheiro» también adopta esas dos formas, intransitivo y transitivo. Como intransitivo lo usa el ángel que dice a las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús: «Ustedes buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado. Resucitó, no está aquí» (Mc 16,6). En forma transitiva, con sujeto Dios, lo usa Lucas en uno de los discursos kerigmáticos de Pedro: «Ustedes mataron al Jefe de la Vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos…» (Hech 3,15). Dios resucitó a Jesús; pero también Él resucitó por su propio poder.

«Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados». El día terminaba en la hora duodécima (nuestras 18 horas) y entonces, pasado el sábado, era posible realizar el trabajo de traerle los enfermos y endemoniados. Ahora, fuera del contexto del culto, el evangelista no habla de «espíritus inmundos», sino abiertamente de «endemoniados» y «demonios»: «Jesús expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues lo conocían». A nuestro mundo secularizado puede parecer extraño que la expulsión de los demonios ocupe tanto espacio en el ministerio de Jesús. Pero está en el Evangelio y, por tanto, es la revelación de la verdad. Tal vez, más que nunca, necesita hoy el mundo la acción de Cristo para ser liberado de ese influjo maligno y ser conducido por el Espíritu Santo, que infunde en los corazones el amor.

La última parte del Evangelio de este domingo es una enseñanza de Jesús expuesta con el ejemplo de su propia vida: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí oraba». No es un hecho excepcional. Era habitual en Él, como nos informa Lucas: «Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírlo y ser curados de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba» (Lc 5,15-16). La misión que Jesús encomendó a sus discípulos: «Hagan discípulos de todas las naciones» no es resultado del esfuerzo humano, sino de la gracia de Dios. Por eso, debe estar fundada en la oración. Con razón el Papa Francisco ha declarado «Año de la oración» este tiempo previo al Jubileo del Año 2025. Debemos procurar conservar nuestros templos e iglesias como lugares de oración, en los cuales se encuentren el silencio y recogimiento que permitan el encuentro con Dios.

Dado que Jesús se sustrajo a la compañía de los hombres para estar en la compañía de su Padre Dios, «Simón y sus compañeros fueron en su busca». Jesús buscaba la compañía de su Padre, pero los discípulos buscaban la compañía de Él y en esto nosotros debemos imitarlos. Al encontrarlo, le dicen lo que quisieramos que fuera verdad también hoy entre los cristianos: «Todos te buscan». Jesús nos prometió su cercanía permanente, todos los días: «Yo estoy con ustedes todos los días» (cf. Mt 28,20). Es necesario buscarlo, en la certeza de que «el que busca, encuentra» (Mt 7,8). Él también nos promete: «Vengan a mí… Yo les daré descanso» (Mt 11,28).

La gente quiere retenerlo. Pero Él dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Jesús recorrió los pueblos de la Galilea anunciando al mundo la salvación, que Él obraría con la entrega de su vida en sacrificio. Asegura: «Para eso he salido». Y lo cumplió: «Recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios». Una vez cumplida esa misión, pudo decir a sus discípulos: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). Jesús está sentado a la derecha del Padre; pero está también con nosotros en nuestros templos para que vayamos a Él en todo momento, como nos exhorta el Papa San Juan Pablo II en un texto recogido por el Catecismo: «La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este Sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración… No cese nunca nuestra adoración» (N. 1380).

Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de los Ángeles