A raíz del reciente día internacional de la prevención del SIDA, se hace necesario recordar que, en los inicios de esta pandemia que ha matado a millones de personas y que hoy sigue matando a jóvenes y adultos, siendo la primera causa de muerte entre adolescentes en África y la segunda a nivel global, muchos sintieron el terror ante un posible contagio y nadie estaba dispuesto a asistir a enfermos ni a moribundos. Pero surgieron excepciones que se atrevieron y con vocación cuidaron a los más despreciados, abandonados, marginados por el prejuicio y el desconocimiento.
La Iglesia Católica ha liderado esta labor humanitaria desde un principio en todas partes del mundo, en especial en África. No hay ninguna organización que haya estado en mayor contacto con las comunidades africanas contagiadas. La Iglesia juega un rol vital en expandir la ayuda contra el SIDA, educando, realizando exámenes, apoyando psicológica y espiritualmente, trabajando en las comunidades para evitar la discriminación y estigmatización, cuidando de aquellos que están infectados, ayudándolos a resolver cómo vivir positivamente con la enfermedad, entre otras cosas. La oficina para el SIDA de la Conferencia Episcopal africana, coordina a más de 150 programas en la región que ayudan a prevenir y tratar con el SIDA.
A su vez, el sacerdote Baldo Santi, desde 1986 asistió en Chile a enfermos que esperaban la muerte y fundó en el año 1997 la Clínica Familia para acoger a los más graves y de ayudarlos a vivir con dignidad sus últimos días.
Carolina García
Vocera Voces Católicas
