El combate librado en el pueblo de la Inmaculada Concepción de Perú, entre el 8 y el 9 de Julio de 1882, es considerado por el pueblo chileno como uno de los hechos más dramáticos de la Guerra del Pacífico. La guarnición completa del Regimiento Chacabuco, compuesta por 77 jóvenes entre 16 y 18 años, resistió durante dos días el ataque de dos mil soldados peruanos, que tuvo como resultado la muerte de todo el contingente chileno. La valentía demostrada por los jóvenes, que mantuvo heroicamente alzada nuestra bandera, hizo que el 9 de julio fuera establecido como el día oficial de nuestro emblema patrio. Y es justamente con esta ocasión, que cada año, miles de jóvenes relacionados sobre todo con nuestro Ejército, llevan a cabo su juramento en nombre de Dios de servicio total a la Patria ante el emblema patrio.

Durante la mañana del jueves 5, el Obispo Diocesano Monseñor Héctor Vargas, celebró una solemne eucaristía para dar gracias a Dios por los soldados que en estos días realizarán su juramento a la bandera. A la invitación del Pastor, acudieron jóvenes militares de las distintas unidades del Ejército presentes en la Región que colmaron la Catedral, quienes llegaron acompañados de sus padrinos, y respectivos Comandantes. En la ocasión se rindió un homenaje a la Virgen del Carmen, Patrona y Generala de las Fuerzas Armadas, en medio del cual el Obispo bendijo e hizo entrega del escapulario a los próximos juramentados.

En este contexto tan significativo para cada uno de estos jóvenes, como para nuestro país, deseo compartir algunas reflexiones acerca del acto de jurar.

El significado del juramento: en realidad, después de la venida de Jesucristo, con la cual nos ha traído una nueva vida, y un nuevo orden en todas las cosas, fundados por sobre todo en el amor, no debería existir la necesidad de jurar. En efecto, la fuerza y la estabilidad de las relaciones fundadas en la verdad y la confianza mutuas, deberían bastar. De este modo, en las situaciones normales de la relación social, la persona se pone a sí misma, y su propia autoridad moral, como garantía suficiente de veracidad y sinceridad; en otros casos se recurre a terceras personas, cuyo testimonio, por reconocida altura moral, es garantía de veracidad y credibilidad.

En un pasaje de su homilía, Monseñor Vargas reflexionaba: "Jurar vivir, servir y morir por la patria y su bandera… no es otra cosa que comprometerse a transformar la propia vida en un servicio a los demás, a las personas, quienes en definitiva son la patria y la bandera y quienes le dan su pleno contenido y significado, ¿Qué puede ser más destructivo de una patria?... un ataque certero, una batalla perdida…. o la gradual pérdida de valores fundamentales que lentamente van minando los matrimonios, las familias, la justicia, la paz social, la dignidad de la vida humana?... Mi juramento me obliga a estar preparado solo para un eventual conflicto armado, o sobre todo para construir día a día una Patria mucho más justa, pacífica, fraterna, solidaria y por ello más hermosa?. Y en este sentido, el enemigo más peligroso no está fuera de nuestras fronteras, sino más bien dentro de ellas lo hace en esta alianza, para permanecer fiel, Dios no se fija en la ley de la justicia, de lo legal, sino en la ley del amor para comprometerse, para jurar.

Apreciados soldados, el acto que van a realizar es de tal trascendencia para la patria y para ustedes mismos, que ello requiere ante todo conocerse profundamente, ser muy libres ante las pasiones de este mundo, y por tanto dueño de sí mismo.
El Señor, por medio de la intercesión de la Santísima Virgen del Carmen, bendiga su juramento y disposición de total disponibilidad ante las necesidades de la Patria, y les ayude a ser fieles.

Fuente: Comunicaciones Arica
ARICA, 05-07-2012